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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
8
Drama. Comedia Raimunda (Penélope Cruz) es manchega, pero vive en Madrid. Está casada con un obrero en paro (Antonio de la Torre) y tiene una hija adolescente (Yohana Cobo). Su hermana Sole (Lola Dueñas) se gana la vida como peluquera. Ambas echan de menos a su madre (Carmen Maura), que murió en un incendio. Pero, inesperadamente, la madre se presenta en casa de su hermana (Lampreave); después va a ver a Sole, a Raimunda y a Agustina (Portillo), una ... [+]
17 de enero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con Volver, cualquier atisbo de duda se despeja sobre la mejor etapa cinematográfica de Almodóvar, esos inicios de los 2000 tremendamente marcados por la personalidad de su autor. Sin olvidarse de su estilo único, el genio manchego es el mejor representante de la dualidad demográfica española, intrínseco en su carácter y reflejo de su vida, capaz de llevarnos directos a la ruralidad de los pueblos más olvidados de España sin abandonar la necesidad urbanita de avance y progreso que presentan sus personajes mientras dibujan la personalidad del hombre tras las cámaras, del hombre de pueblo hecho a sí mismo icono de la Movida madrileña. Este aspecto, eco de la película de matices autobiográficos La mala educación (2004), lo implanta en su nueva protagonista, Raimunda (Penélope Cruz), perteneciente a un olvidado pueblo manchego pero residente en Madrid que tendrá que lidiar con un asesinato, un fantasma y muchos trapos sucios del pasado.

Tampoco hay duda de que Pedro Almodóvar es uno de los más brillantes cineastas en la representación femenina, tan sensible, profunda y viva que sus personajes son capaces de hablar, sino por todas, por muchas mujeres pertenecientes a todas las generaciones. Ya lo hizo en la perfecta disección de Todo sobre mi madre (1999) con los inolvidables personajes de Cecilia Roth y Marisa Paredes, pero con Volver, y a través del mismo sentimiento de soledad y sufrimiento filtrado por uno de sus más sonados temas, la maternidad, es capaz de alcanzar un nuevo plano conjugando sentimientos tan humanos como la ineludible comunicación, aspecto retratado con extrema belleza poética en Hable con ella (2004) y la comprensión que lleva a la empatía y al perdón. La necesidad de hablar y de entendernos para superarnos como personas es la única forma de lavar nuestros propios trapos sucios, de seguir adelante, y en las que solo lidiar con nosotros mismos es el único brebaje benéfico para curar las heridas del corazón. A pesar del inmenso drama que supone la exploración que Almodóvar presenta con Volver, no descuida la comedia kitsch con la que inició su carrera, todavía vigente y funcional con la que, aun con el alma aferrada a un dulce recuerdo que hace llorar, también puede hacer reír.

Bajo la gran influencia de la película que homenajea, Bellísima (Bellissima) (Luchino Visconti, 1951), Almodóvar demuestra una vez más el prodigioso narrador de historias que es; cruel y natural como la vida misma, pero a la vez tan comprometido y entregado con sus personajes como un juguetero de muñecas rotas por las que busca, incansable, un arreglo que colme ese dolor compartido. En esta ocasión, Raimunda es su muñeca, y, probablemente, uno de los personajes más profundos de su carrera para la que el mismo dolor que la rompió es el único capaz de salvarla, mediado por los temas anteriormente citados. Para ello, Almodóvar es capaz de desenterrar los fantasmas del pasado, de saquear tumbas ajenas, incluso de abrazar los límites humanos para buscar la conciliación, la redención, para llegar a una de las cosas más bonitas de este mundo: el amor materno-filial.

Pero qué sería de Raimunda sin los excelentes secundarios que la ayudan a explorar esos límites y a superarse. Todos y cada uno de ellos tienen una evolución y, sobretodo, un peso ineludible para la enorme complejidad psicológica de la protagonista. Desde Paco, excepcional Antonio de la Torre, hasta Paula, increíble y joven debut de Yohana Cobo o la tía Paula, su incondicional ‘chica Almodóvar’ Chus Lampreave, están dibujados perfectamente para complementar y, más importante, para comprender las motivaciones de su mártir. Aunque hay dos que sobresalen, dos personajes que forman el alma de la película junto su protagonista: Agustina e Irene. Las interpretaciones de Blanca Portillo como la primera, y Carmen Maura como la segunda, son literalmente perfectas, capaces de estremecer el corazón con sus dolidas miradas para que nosotros respiremos el viento solano que turba a Raimunda. Sería un error no mencionar la portentosa dirección de actrices que tiene Almodóvar, capaz de hacer buena a Penélope Cruz, la cual parece coger el relevo de Carmen Maura, que interpreta a su madre dentro de la película y, figuradamente, fuera de ella, cinematográficamente hablando.

La crítica transversal a la precariedad laboral y al mundo del espectáculo, donde se incluye cine y televisión, están solapados excepcionalmente bajo el argumento con la misión de reforzar, más si cabe, la intensidad dramática de sus personajes readaptando la situación de posguerra de Visconti al panorama nacional de 2006 en la que no solo son los fantasmas del pasado, sino también las circunstancias, las que asolan a sus marchitos personajes. La pérdida de la inocencia, de sobresaliente influencia del franco-polaco Polański, se puede ver incluso a través de la dirección y del uso de los colores, especialmente el rojo carmesí con el que Almodóvar empapa la blanca pureza de personajes como la propia Raimunda o su hija, Paula, en esa genial secuencia donde el asesinato marca el rumbo del argumento. También decir que pocos directores son capaces de filmar interiores tan reducidos con el pulso de Almodóvar, capaz de convertir una escena de traslado de un frigorífico en una auténtica clase maestra de perspectiva mediante elegantes travellings y planos cerrados.

Y qué decir del gusto musical de Alberto Iglesias, con ese tango de Carlos Gardel versionado al flamenco a través de Estrella Morente y que no solo da nombre a la cinta, sino que es capaz de condensarla en una de las escenas más arrolladoras y emocionantes de toda la película. Volver es una obra maestra del único director actual capaz de plasmar tan bien la cultura nacional, y a la que hay que volver no solo con la frente marchita, sino también con el alma abierta para llenarla con la tempestad de sentimientos que arrastra un viento solano y manchego.
Tiggy
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