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Thriller
La vida de Margaret está en orden. Es una profesional y madre capaz, disciplinada y exitosa. Todo está bajo control. Hasta que David regresa, trayendo consigo los fantasmas del pasado de Margaret de hace 20 años. (FILMAFFINITY)
16 de agosto de 2022
18 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la notable The Night House, la británica Rebecca Hall vuelve a conducirnos por unos pasajes tortuosos y retorcidos en esta producción que recupera al últimamente olvidado Tim Roth. Una madre soltera comienza a notar la presencia de alguien de su pasado con quien tuvo una relación bastante escabrosa. Se pone de manifiesto cierta relación de dependencia mutua hasta que las cosas se salen de madre.
No se dejen engañar por el comienzo, que casi roza lo telefilmero. La verdad es que le cuesta bastante arrancar y la presentación de personajes es un poco larga, pero deja a las claras el carácter sobreprotector de la protagonista para con su hija, al borde de la mayoría de edad y con lo que supone para muchas madres ese corte de amarras. Una vez asentada y puestas todas las cartas sobre la mesa, estamos ante una historia de sumisión, trauma y sadismo. El poder ejercido desde una posición dominante hasta el punto de quebrar a una persona y hacerla renunciar a su dignidad y a su cordura. No hay trama fantástica, es todo parte del juego establecido entre el perverso dominador y su víctima consumida por la culpa y el dolor.
Quien no haya pasado por una experiencia de sometimiento como esa le costará empatizar con el personaje de Hall. Hay otras películas sobre relaciones así de enfermizas; las que se me vienen a la cabeza son las españolas Fanny Pelopaja (1984), Tras el Cristal y Matador, ambas de 1986, a la que añado Bitter Moon (1992) de Polanski. Aunque en Resurrection nos hablan de la post relación, del efecto de la misma en uno de los dos componentes de la pareja. Así que lo más truculento lo ventilan en un monólogo de la prota. El final es comedido para lo que podría haber sido, moderando el gore para ser digerible. Dejará a más de uno con el meh! en la boca, pero el ultimísimo plano no deja lugar a la duda. Con poco más hubieran dejado de lado la posibilidad de confusiones, pero bueno, tampoco es una película perfecta.
No se dejen engañar por el comienzo, que casi roza lo telefilmero. La verdad es que le cuesta bastante arrancar y la presentación de personajes es un poco larga, pero deja a las claras el carácter sobreprotector de la protagonista para con su hija, al borde de la mayoría de edad y con lo que supone para muchas madres ese corte de amarras. Una vez asentada y puestas todas las cartas sobre la mesa, estamos ante una historia de sumisión, trauma y sadismo. El poder ejercido desde una posición dominante hasta el punto de quebrar a una persona y hacerla renunciar a su dignidad y a su cordura. No hay trama fantástica, es todo parte del juego establecido entre el perverso dominador y su víctima consumida por la culpa y el dolor.
Quien no haya pasado por una experiencia de sometimiento como esa le costará empatizar con el personaje de Hall. Hay otras películas sobre relaciones así de enfermizas; las que se me vienen a la cabeza son las españolas Fanny Pelopaja (1984), Tras el Cristal y Matador, ambas de 1986, a la que añado Bitter Moon (1992) de Polanski. Aunque en Resurrection nos hablan de la post relación, del efecto de la misma en uno de los dos componentes de la pareja. Así que lo más truculento lo ventilan en un monólogo de la prota. El final es comedido para lo que podría haber sido, moderando el gore para ser digerible. Dejará a más de uno con el meh! en la boca, pero el ultimísimo plano no deja lugar a la duda. Con poco más hubieran dejado de lado la posibilidad de confusiones, pero bueno, tampoco es una película perfecta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Margaret tiene interiorizado el trauma por la muerte de su bebé, en apariencia asesinado por David como venganza por haberle relegado como objeto único de amor por parte de aquella. Ella vivía completamente subyugada por él, hasta que logra escapar. Veintidós años después Margaret tiene una hija de casi dieciocho y es una madre ultraprotectora, Entonces David la encuentra, contacta sabedor de que puede manipularla a través del trauma sufrido, ya que la convenció de que su hijo murió por negligencia suya. David es un sádico perverso (Margaret define a este tipo de psicópata al principio, cuando habla con su becaria) que disfruta haciéndola sufrir, y ella siente tanta culpa y pena que se deja llevar hasta el delirio de creer las chaladuras de David. Al final, tan convencida/deseosa de creer a David, que no para de repetir que lleva a su hijo en su interior -como forma de manipularla, para retenerla- le abre en canal para recuperar a su hijo. Y lo encuentra, pero en este punto Margaret ya está completamente loca, ya solo ve lo que desea ver. La escena final, con esa iluminación tan blanca, ya es pura imaginación de ella. Demasiado sutil para el público general, es posible, pero verla ingresar en la cárcel o el psiquiátrico quizá hubiera sido demasiado explícito.