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España España · Barcelona
Voto de Novillo:
8
Cine negro. Thriller Un sacerdote presencia impotente cómo los niños marginados de su parroquia sucumben a las malas influencias de un criminal que fue compañero suyo de la infancia. Con el paso del tiempo, los dos hombres siguieron caminos muy diferentes: uno abrazó el sacerdocio y el otro se convirtió en un gángster. (FILMAFFINITY)
15 de septiembre de 2023
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Se dice que Michael Curtiz salvó el culo a la Warner en 1938. Dirigió hasta cinco películas ese año, tres de las cuales obtuvieron un considerable éxito y ganancias que revertieron los malos números que se preveían en la productora. ‘The Adventures of Robin Hood’ (conocida en España como ‘Robin de los bosques’), ‘Four Daughters’ y ‘Angels With Dirty Faces’ son los títulos en cuestión.

Por cuanto al último, este se inicia con un estupendo trávelin que nos describe a la perfección y sitúa en el ambiente donde la película tomará lugar. Un barrio obrero, en el que viven Rocky Sullivan y Jerry Connolly, dos críos, buenos amigos, que en sus ratos libres y sin nada mejor que hacer vagan por las calles tratando de conseguirse unos cuartos.

Un día, perseguidos por la policía tras un pequeño robo, Rocky es capturado, mientras que Jerry, quien siempre había corrido más rápido, logra escapar. El primero de ellos es entonces llevado a un centro de reclusión juvenil, cosa que el segundo nunca experimentará. Es a partir de ese momento que sus vidas se distancian.

‘Angels With Dirty Faces’ ofrece en adelante un planteamiento que reúne el género de gánsteres con el drama social. El eje central de la película es la responsabilidad social para con los jóvenes desamparados y una denuncia del funcionamiento de los centros penitenciarios estadounidenses. Ello se elabora a través de la dualidad presentada entre ambos personajes principales. Por un lado, Rocky (magníficamente interpretado por Cagney), se convierte en un criminal recurrente y cada vez más notorio tras haber ingresado en el sistema. Por otro, Jerry (Pat O’Brien), desde la libertad, consigue enderezar su vida y encuentra su camino en la iglesia.

De este modo se nos presenta al tipo ejemplar y al delincuente como con la misma naturaleza, dos chavales granujillas como cualesquiera otros, hasta que la vida de uno de ellos es llevada a la perdición por un sistema penitenciario pervertido que a menudo no rehabilita, sino que perturba a quienes ingresan en él. Esta fue la suerte con que topó Rocky Sullivan y que se extiende a innumerables casos en la realidad: entró siendo un crío, travieso, desfavorecido e influenciable, y salió convertido en criminal.

La película nos presenta así a su gánster como una pobre víctima del entorno y las circunstancias, de su propia miseria, pero al mismo tiempo como un peligroso elemento corruptor para los desorientados jóvenes del barrio que a su salida de prisión lo glorifican. Para tratar todo esto, la película adopta notables tintes moralizantes, sobre todo a través de monólogos en boca del Padre Connolly. De ellos he leído en críticas de otros usuarios que molestan, por resultar aleccionadores, pero a mí no me lo parecen. Creo que en aquella época el cine no miraba a sus espectadores desde una superioridad; que por más virtuoso que fuera, sabía no ser elitista; que podía insistir en un discurso y no por ello aleccionar. En definitiva, el moralismo que encontramos aquí me parece sincero y no artificioso. Reconozco, si bien, que el repetido uso del primer plano monologuista acaba por resultar simplón.

Analizando otros aspectos, se debe notar la presencia de los Dead End Kids. Sus escenas añaden poco o nada a nivel narrativo, y por ello su abundancia se puede hacer cargante. No obstante, en varias de ellas se exhibe una perfecta compenetración con Cagney, donde este aprovecha para mostrar todo su magnetismo, cosa que las excusa.

Contamos asimismo con el trabajo secundario de Bogart y Ann Sheridan. Al año, el primero repetiría dinámica con Cagney en ‘Los violentos años 20’ de Walsh y, en el 42, volvería a trabajar con Curtiz en ‘Casablanca’. Junto a Sheridan coincidiría de nuevo en ‘La pasión ciega’ (1940), también de Walsh.

‘Angels With Dirty Faces’ es emotiva, invita a la reflexión y su título me encanta. Con todo, es cine del bueno, y si he dicho que empieza estupendamente, su final es una de las grandes maravillas de este arte.
Novillo
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