Es la única película que he visto cuyos actores no están en su sitio. Gregory Peck, parece otro: sus gestos, su comportamiento, sus dialogos, parecen de otro actor. No le va el papel ni de coña. Está ridículo. En cuanto a Joseph Cotten, que decir: está tan panaguado en su representación de amante y hermano del malo, que no es creible. La siempre guapísima (y exótica) Jennifer Jones, a pesar de sus carencias, junto con Lioner Barrymore, en su papel de senador McCanles, son los únicos que salvan la película yo diría, que de un suspenso total: La primera por su extraordinaria belleza, el segundo, por su profesionalidad. ¿El color...? muy malo.