Lo peor que le haya podido ocurrir a Hard Candy es que hayan querido venderla como cine de terror. Predicando el “ojo por ojo” David Slade nos regala una película con un “tratamiento visual especial” (en sus propias palabras) que a estas alturas ya no sorprende a nadie ni ayuda a mitigar el desarrollo del filme que se hace lento y aburrido desembocando en un final más o menos efectista dándole la puntilla a una película que pretende provocar y plantear un dilema moral violentando al espectador. Y es que ni el director ni Brian Nelson (el guionista) juegan limpio: Se supone que deberíamos empatizar con Hayley (una deliberadamente sobreactuada Ellen Page) y despreciar a Jeff (el supuesto pederasta), pero desde no muy avanzada la película el personaje de la niña se nos presenta de un modo descaradamente pretendido como una resabidilla, prejuiciosa, sádica, mentirosa y redundante (la antítesis d la inocencia) lo que hace que la odies mientras que el personaje de Jeff (increíble Patrick Wilson) se nos hace más amable… resultando ser él la parte inocente e ingenua.
“Los hombres se cuestionarán la pornografía”,dijo David Slade. Ni eso.
Como ejercicio visual es medio interesante.