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Documental. Ciencia ficción
El mundo está devastado en el 2055 debido a una crisis del clima que no pudo detenerse en el momento oportuno. En algun momento tuvimos la oportunidad de hacer algo, pero no se hizo. Un archivista es quien se hace esa pregunta cuando ya, por desgracia, es demasiado tarde. (FILMAFFINITY)
29 de julio de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se hace difícil valorar las virtudes y/o defectos de películas como esta “The Age of Stupid”. Ello se debe principalmente a la indignación que, en el transcurso de su visionado, embarga a cualquier espectador con media neurona razonablemente operativa. Ciego de rabia no tanto ante la idiocia como ante el cinismo de mis congéneres, no me considero en condiciones de hacer una reseña ecuánime; o con la pretensión de parecerlo, al menos.
A caballo, tanto en lo cronológico como en lo estético, entre “An Inconvenient Truth” (Una verdad incómoda, 2006) y “Before the Flood” (ídem, 2016), sí cabe ponerle la traída, aunque por desgracia vigente, etiqueta de “necesaria”. Se trata, además, de la más sombría de las tres, pues, a diferencia de aquéllas, no deja una sola rendija a través de la cual vislumbrar una mínima esperanza.
“The Age of Stupid” parte de una muletilla argumental no por gruesa menos plausible. En 2055, el último hombre sobre la tierra, encarnado por Pete Poslethwaite —sufrido padre de Daniel Day-Lewis en la extraordinaria “In the Name of the Father” (En el nombre del padre, 1993)—, nos echa en cara nuestra imbecilidad por no haber sido capaces de remediar el suicidio colectivo en que andamos metidos hasta el cuello desde los años cincuenta del siglo pasado, aproximadamente.
El recurso a cuatro pequeñas historias anónimas permite comprender la verdadera, casi irreversible gravedad de la situación. Porque el papel del todopoderoso "lobby" de las energéticas y el negacionismo que auspician estas mismas empresas y jalea una cáfila de gobernantes incompetentes son “vox populi”. Sigue en spoiler.
A caballo, tanto en lo cronológico como en lo estético, entre “An Inconvenient Truth” (Una verdad incómoda, 2006) y “Before the Flood” (ídem, 2016), sí cabe ponerle la traída, aunque por desgracia vigente, etiqueta de “necesaria”. Se trata, además, de la más sombría de las tres, pues, a diferencia de aquéllas, no deja una sola rendija a través de la cual vislumbrar una mínima esperanza.
“The Age of Stupid” parte de una muletilla argumental no por gruesa menos plausible. En 2055, el último hombre sobre la tierra, encarnado por Pete Poslethwaite —sufrido padre de Daniel Day-Lewis en la extraordinaria “In the Name of the Father” (En el nombre del padre, 1993)—, nos echa en cara nuestra imbecilidad por no haber sido capaces de remediar el suicidio colectivo en que andamos metidos hasta el cuello desde los años cincuenta del siglo pasado, aproximadamente.
El recurso a cuatro pequeñas historias anónimas permite comprender la verdadera, casi irreversible gravedad de la situación. Porque el papel del todopoderoso "lobby" de las energéticas y el negacionismo que auspician estas mismas empresas y jalea una cáfila de gobernantes incompetentes son “vox populi”. Sigue en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Especialmente desolador resulta ver como unos cuantos granjeros de la Inglaterra profunda echan atrás el proyecto de parque eólico mientras afirman estar muy preocupados por el medio ambiente. Los mismos analfabetos —no merecen otro calificativo— que votan al UKIP y han rebuznado sí al “Brexit”.
Con similar fruición abofetearía al magnate indio, hijo y nieto de magnates, que se dispone a fundar una aerolínea “low cost” asegurando que trata con ello de luchar contra las desigualdades en su país. No contento con tamaña provocación, blanquea su conciencia haciendo voluntariado en una aldea a mil kilómetros de su cómoda vivienda en Madrás. Toma un avión privado para llegar y con el dinero que cuesta cada viaje podría sacarse a esa misma aldea de la pobreza para siempre. Pero, ¿cómo va a ir en tren, con lo que tarda?
La joven africana que se pasa de la pesca al estraperlo de diésel para poder pagarse los estudios no inspira sino lástima. Y en cuanto al motero de Nueva Orleans que trabaja en una plataforma petrolífera y se dice, sin embargo, ecologista... en fin, anormal semejante mueve a risa. Una risa, no obstante, muy amarga.
Con similar fruición abofetearía al magnate indio, hijo y nieto de magnates, que se dispone a fundar una aerolínea “low cost” asegurando que trata con ello de luchar contra las desigualdades en su país. No contento con tamaña provocación, blanquea su conciencia haciendo voluntariado en una aldea a mil kilómetros de su cómoda vivienda en Madrás. Toma un avión privado para llegar y con el dinero que cuesta cada viaje podría sacarse a esa misma aldea de la pobreza para siempre. Pero, ¿cómo va a ir en tren, con lo que tarda?
La joven africana que se pasa de la pesca al estraperlo de diésel para poder pagarse los estudios no inspira sino lástima. Y en cuanto al motero de Nueva Orleans que trabaja en una plataforma petrolífera y se dice, sin embargo, ecologista... en fin, anormal semejante mueve a risa. Una risa, no obstante, muy amarga.