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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
7
Intriga. Drama Georges es el típico burgués: presenta un programa literario en televisión y lleva una vida acomodada con su mujer y su hijo adolescente. Pero, de repente, empieza a recibir unos paquetes anónimos que contienen cintas de vídeo, grabadas desde la calle, y unos dibujos inquietantes cuyo significado es un misterio. No sabe quién se los envía; pero las secuencias que aparecen en las cintas son cada vez más personales, lo que parece indicar ... [+]
28 de mayo de 2023
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El cine de Michael Haneke en general y esta «Caché» en particular constituyen un ejemplo palmario de todo lo que no es el audiovisual contemporáneo. Tanto es así que, revisitada casi dos décadas después de su estreno, «Caché» parece una película prehistórica, alejadísima de los romos códigos estéticos y argumentales de hoy.
El video digital, el encuadre fijo y el plano largo desafían la paciencia del espectador mejor predispuesto. La proliferación de preguntas sin respuesta, el «crescendo» irresuelto y el componente pesadillesco juegan —moldeándolos a capricho— con el thriller, el melodrama de sobremesa y el terror psicológico, estirando las posibilidades del «whodunit» hasta los límites de una ambigüedad insoportable.
Conforme avanza la historia nos damos cuenta de que a Haneke le importa muy poco quién hizo qué —¿Majid? ¿Su hijo? ¿Pierrot? ¿El propio cineasta en su rol de omnipotente demiurgo? Hay tantas teorías como personajes; tantas como espectadores, si me apuran—. Al contrario, el director austríaco muestra un interés mucho mayor en diseccionar con gélido, cruel, pulso de cirujano las sociedades occidentales modernas, no por encantadas de conocerse menos enfermas.
El clasismo y el racismo estructurales, las ínfulas y la hipocresía de los estratos «educados» y, por qué no decirlo, la maldad consustancial a la infancia —eje temático, o uno de ellos, de «La cinta blanca» («Das weise Band», 2009), a mi juicio la obra maestra de Haneke—, conforman un retrato muy poco complaciente del mundo en que se apoltrona nuestra equívoca superioridad moral. En suma, enésima prueba de talento de Michael Haneke para elevar su proverbial pesimismo antropológico a la categoría de (séptimo) arte.
Carorpar
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