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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
8
Western Dos jinetes llegan a Dodge City persiguiendo a un hombre. Es el Día de la Independencia, y la gente se arremolina en torno al premio del concurso de tiro, un rifle único: el Winchester 73. Lin McAdam, uno de los forasteros, gana el concurso, pero uno de sus contrincantes se lo roba y huye. El rifle va pasando de mano en mano: de un traficante de armas a un jefe indio y después a un forajido. Mientras tanto, continúa la persecución. (FILMAFFINITY) [+]
17 de mayo de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupendo western, curioso y compacto. Primera colaboración entre Anthony Mann y James Stewart, ambos en plena forma. Afortunadamente no fue la última, inaugurando una fértil relación cinematográfica- "Horizontes lejanos", "Colorado Jim", "Tierras lejanas", "El Hombre de Laramie"- que contribuyó a la consolidación de los códigos clásicos del género.
Mann se nos revela como un narrador extraordinario. Lo demuestra albergando una cantidad ingente de acción en un metraje bastante breve - 82 minutos-, sin caer en el amontonamiento. Más bien al contrario, "Winchester 73" es una obra reposada que transmite una sólida sensación de "savoir faire" en cada uno de sus aspectos. Así, hablando de memoria y a bote pronto, podemos encontrar: un concurso de tiro, una memorable partida de póquer- impagable el chamarilero interpretado por John McIntire-, galopadas varias, una batalla con los indios, un tiroteo nocturno, el atraco a un banco, y un excelente duelo final, largo y tenso como el disparo de un winchester. Nada menos. Por si fuera poco, da tiempo a construir una bella y sutil historia de amor entre el duro Lin McAdam interpretado por James Stewart y la resuelta cabaretera Lola Manners que encarna una excelente Shelley Winters, evidentemente inspirada en la prostituta Dallas que interpretara Claire Trevor en "La Diligencia". Todo ello articulado en torno a dos ejes entrecruzados: la persecución furiosa de James Stewart en busca de venganza, y el constante y caprichoso cambio de manos de un rifle Winchester modelo 1873 de coleccionista.
Pero la maestría de Anthony Mann no se limita a la narración brillante. Anthony Mann es, ante todo, un agudo creador de personajes. Mucho más allá del arquetipo, los personajes de Mann están vivos, parecen respirar por cada arista y sudar por cada grieta de sus complejas identidades. Sólo a Mann podía ocurrírsele enturbiar al héroe americano James Stewart, paradigma de integridad, y hacer de él una especie de Caín vengativo- por más que haya "cosas que un hombre tiene que hacer"-. El resto de personajes no le van a la zaga en cuanto a complejidad, y constituyen un variopinto universo que abarca desde el pícaro maravilloso John McIntire hasta el atormentado cobarde Dan Duryea, pasando por Stephen McNally, quien compone un necio sudoroso y demuestra a las claras que la estupidez se paga, sobretodo en el salvaje oeste. Eso sí, Rock Hudson con coletas y pinturas de guerra es un constructo que excede la mera turbiedad y se adentra en el escarpado territorio de lo dadá.
Carorpar
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