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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Drama París, 1899. L'Apollonide es un elegante prostíbulo en el que la madame es dueña absoluta de las meretrices, pues los gastos de éstas exceden a sus ingresos, y están en deuda con el local que las explota. Las prostitutas además se enfrentan a numerosos problemas: embarazos, opio y clientes violentos. En uno de los casos más trágicos, un hombre desfigura el rostro de una de las prostitutas. La cicatriz resultante dibuja en su cara una ... [+]
16 de marzo de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si por algo destaca “L´apollonide (Souvenirs de la maison close)” es por la arrolladora belleza de sus imágenes, cuya deuda con el Impresionismo es cualquier cosa menos velada, de hecho conspicua y orgullosa. A bote pronto, los planos que regalan la vista del espectador —qué otra cosa que “voyeur” socialmente aceptado— con el complejo proceso de acicalamiento de las “princesas” son puro Degas.
El diseño de producción —cuidado más allá de lo minucioso, rayano en lo puntillista— logra transmitir la decadencia y el “mal de vivre” finiseculares con admirable verosimilitud, tanta que en ocasiones uno casi olvida que se trata de una cinta de 2011, hace apenas nada. Una banda sonora hecha de temas relativamente contemporáneos y las frecuentes quiebras de perspectiva parecen tener por objetivo principal recordarnos la modernidad de la obra.
El anacronismo musical es un recurso eficaz y muy sugestivo, si se tiene buen gusto —como es el caso—. En cuanto a los jugueteos visuales, la multipantalla se me hace particularmente discutible, toda vez que recuerda a la retransmisión de una última jornada de liga, apretada o no. Más elegante resulta la repetición de una misma secuencia desde distintos puntos de vista. Lo mismo debió de pensar Bertrand Bonello, pues gusta de recrearse en dicha opción hasta bordear los caprichosos lindes que separan el bodrio de la genialidad. Por fortuna para él —y, sobre todo, para nosotros—, nunca llega a traspasarlos.
Por lo que toca al mensaje subyacente, sin tratarse de una película de tesis, éste es tan palmario que podría obviarse cualquier referencia. Pero nunca sobra la insistencia al respecto: la prostitución es una forma —más— de instrumentalización de unas personas por otras, la cosificación de la mujer por vía de la enajenación de su cuerpo. En fin, una aberración. Lo mismo que los gustos, a cuál más bizarro, de los distinguidos clientes del burdel que da título a la película. Definitivamente, tildarlos de “enfermizos” se pasa de benévolo.
Carorpar
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