Banksy Does New York es una sensacional obra documental que disecciona el periplo neoyorquino del siempre genial artista callejero conocido como Banksy. A través de la cámara de Chris Moukarbel y gracias también a la inestimable colaboración de dos entrañables paseadores de perros y algún que otro prócer del mundillo, el autor radiografía de forma fidedigna la total y absoluta indigencia mental en la que está sumida nuestra especie. No sé si dentro de algunos años alguien se atreverá a refutar la teoría de la relatividad de Einstein, pero creo que estamos todos de acuerdo en que ni el numantino más pertinaz será capaz de rebatirle que la estupidez humana es, en efecto, infinita.

He de confesar que a mi la obra de Banksy me seduce. La encuentro transgresora e inteligente y siempre con un punto de sarcasmo lancinante que me resulta tan divertido, pero no deja de fascinarme las ingentes cantidades de dinero que se pueden llegar a pagar por ella.

Supongo que mi mentalidad cavernícola carece de la sensibilidad necesaria para entender conceptos tan difusos como el arte y sus variantes, pero en mi opinión, plantar una esfinge de ladrillo en mitad del salón o un pedazo de muro de Jerusalén con un perro mojado en el patio trasero, se escapa a mi propio raciocinio.

Evidentemente la comparación con Exit Through The Gift Shop (2010) resulta inevitable. En ambos casos se aborda el polémico tema del arte en su conjunto y el contemporáneo en particular. Cuánto daño hizo el egregio Marcel DuChamp con su obra “La Fuente” donde por más que uno haga denodados esfuerzos, lo único que acertará a ver es un mingitorio sobre una peana. La pregunta es obvia, ¿Hasta dónde llega el arte?¿Qué hace que una obra de arte sea valiosa? Resulta cuando menos curioso la aparente arbitrariedad con la cuál se encumbra a un artista en detrimento de otro, haciendo que la obra de éste último no valga ni el precio que pagó por el lienzo sobre el que está plasmada.