"Aunque hubiésemos hecho una película sobre ballenas en los descansos acabaríamos hablando de juguetes."

Aseguraba Andrew Stanton, guionista de 'Toy Story' y hombre fuerte de Pixar, sobre los expertos en la materia que trabajan en el estudio unido a Disney. Pixar demostró que se podía triunfar en Hollywood "jugando" con el ordenador, sobre todo con esta entrega, la cinta de animación más taquillera de la historia y, a su vez, la prueba de que terceras partes pueden ser tan (o más) buenas que la original.

Una entrega que aúna crítica y público en cuanto a opiniones: confirma una vez más la intensidad que la animación puede transmitir. Escenas que potencian ese aspecto emocional como cuando los juguetes son empujados al interior de un horno y la conciencia de la superación de la infancia pasando ese legado a un niño más comprensivo y generoso. Uno de los puntos clave que contiene este cierre de trilogía es que pasa de centrarse en aventuras de juventud a enfrentarse a la agridulce realidad del mundo adulto.

Lee Unkrich, montador de la primera y co-director de la segunda, cogía las riendas de la dirección sin el gran John Lasseter para ofrecer una mayor galería de personajes (302) con un equilibrio perfecto entre ellos y una emocionante despedida entre lágrimas de nuestros amigos de la infancia Woody y Buzz. O eso creíamos hace casi una década...