Vamos a hacer un experimento. Abstráiganse un momento, olvídense que esta película es de Almodóvar, eludan las comparaciones con otras obras suyas y dejen pasar que esta cinta con olor a rancio nos represente en los distintos certámenes a nivel mundial.

Ahora que le hemos quitado la etiqueta, quizás podamos analizar todo con total objetividad. Nos queda una buena realización para un guión del que se salva poquito. Tampoco se salva la forma de plasmarlo. No se me va, que quieren que les diga ese maldito olor a flatulencia. El giro de guión final aunque luce lustroso, deja la sensación de que podía tener más jugo plasmándolo de otra forma y no contándolo como quien cuenta la trama de un libro romántico de serie B.

La protagonista es la mujer, sus relaciones, sus miedos, sus problemas. El hombre apenas sale como un endemonizado boceto, fuente de los problemas de la primera.

Y si, es el mejor papel de Penélope Cruz, pero a mi a veces me resulta exagerado los modos y el acento en un personaje que lleva viviendo media vida en Madrid, al contrario que su hermana que no habla ni se comporta así.

Ahora que hemos hecho el ejercicio de olvidarnos de quien es el autor de la película, convendremos que esta no es una obra maestra, y que poco más se merece que un aprobado alto. Si sale premiada en los oscars no podré más que alegrarme, aunque pensaré que irremediablemente tira más la etiqueta que la calidad intrínseca de la obra.