...es que es verdad. Todo lo que afirma en su estupenda crítica-comentario de arriba lo ratifico, con el sello de calidad añadido del Capitán Spaulding, que no es cosa menor, o, lo que es lo mismo (como diría un señor que se despistó y se hizo político un día de esos que tenía raro el hombre), es cosa mayor. Buen ritmo en general, no se llega a hacer larga aunque flojea un poquito a ratos, estupendos y carismáticos protagonistas y secundarios pelín flojeras, sobre todo los vampiros. Los aborígenes molan más. Tan solo quisiera contarles, para los que aún dudan de que una historia de nativos australianos estacando chupasangres blanquitos por todo el Outback, sea en bares o en catacumbas, puede molar, la historia de fondo (o «background», que dirían los British) y que así vean que no es la marcianada que a primera vista parece:

Pues bien, niños y niñas, resulta que los colonos europeos decidieron que los tipos de color que habitaban Australia no se merecían los feraces terrenos de la isla-continente, así que se aprestaron a resolverlo introduciendo vampiros en los buques que fletaban hacia allí (ningún horror resulta demasiado inconcebible para los nativos de la pérfida Albión). Al parecer, a los chupasangres les flipa pero mucho la sangre de negro (¡!) y en cuanto llegaron se pusieron al tema como locos. Con lo que no contaban es con que prestamente los aguerridos aborígenes formaran una guardia de corps especializada en masacrar sanguijuelas con boomerangs afilados, lanzas, machetes y todo lo que pillaran, incluyendo cualquier cosa que se pueda encontrar en una taberna cutre plantada en mitad del desierto. Así que la batalla fue dura, pero los aborígenes consiguieron sobrevivir, aunque en la actualidad las nuevas generaciones ya no creen en la amenaza disminuida pero siempre acechante que mora en los subterráneos que infestan el Outback (los móviles y las tablets, que son el invento del Diablo, no lo duden), por lo que el otrora orgulloso comando de cazavampiros se ha visto reducido al clásico héroe reluctante y su entusiasta hija adoptiva. Pa que vean.

Y, bueno, para que nos vamos a engañar... sí que es una marcianada de padre y muy señor mío, pero denle una oportunidad y ya verán como lo pasan bien.