La proverbial elegancia formal, la pulcra ambientación y el exquisito sentido estético se combinan entre sí con enorme efectividad gracias a la agilidad de una cámara versátil dispuesto a captar los mejores planos en cada escena.
El argumento el guión y la dirección se dan la mano en un proyecto ambicioso y de riesgo notable por tratarse de una de las obras más celebradas de A. Christie.
D. Suchet transita por la pantalla impartiendo una auténtica lección actoral y cada uno de sus gestos encierra un epítome de perfección.
Hay que reseñar que la obra contiene también un severo análisis psicológico y una valoración ética importante.