Divertida francachela -cuyo argumento mira por el retrovisor de la Historia- que sirve para que C. Chaplin protagonice el último de los 35 cortos que filmó para Keystone Studios durante 1914.
También guionista y director, en esta ocasión el episodio es ocurrente, está contado con gracia, intercala las tramas con dinamismo y la acción posee capacidad para atraer la atención del espectador.
La ambientación es adecuada, los encuadres resaltan siempre el lado más valioso de cada situación y, en general, el cortometraje resulta bienhumorado y distendido.