No me acaba de convencer en general el cine que nos llega de Canadá. Me suele parecer o cutre o demasiado raro, y muchas de las producciones de serie B (de barato) nos llegan de allí.
Sorpresón esta maravillosa 5150 Rue des Ormes, rodada con simpleca, pulcritud y limpieza argumental, a la par que el contenido se enturbia, se disloca y entra en un bucle de locura más que interesante.
Nuestro prota tiene una beca para una escuela de cine y se decide a rodar como primer trabajo de curso un video sobre su barrio. Por no atropellar a un gato se pega tortazo y acude a la única casa cercana, en la dirección que da título al peliculón.
Allí encuentra un ambiente extraño, vírgenes, velas y estampas por doquier mezcladas con trofeos de ajedrez. Oye un ruido y descubre un tipo medio muriéndose. Ahora él va a ocupar la habitación del muerto y se mete directamente en una familia desquiciada, un padre justiciero enfermo mentalmente, una hija aún más desequilibrada y violenta, una madre sumisa y una niña que en el fondo es la única cuerda y la única que acaba en una unidad de trastornos mentales.
Los días pasan, los intentos de escapar se hacen perezosos y el ajedrez empieza a cobrar sentido.
Buen guión, deliciosas interpretaciones, magnífico final, efectos especiales justitos, pero solventes y un brío en la dirección poderoso, firme y muy bien logrado.
Imprescindible.
Lo mejor: La madre. El ajedrez siniestro.
Lo peor: Nada en absoluto.
Prácticamente perfecta.