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Voto de Revista Contraste:
7
Drama. Romance "Había una vez un joven príncipe cuyo padre, el rey de Oriente, lo envia a Egipto para encontrar una perla. Pero cuando llega, el pueblo le sirve una taza. Al beberla, se olvida de que era el hijo de un rey, se olvida de la perla y cae en un profundo sueño." El padre de Rick (Christian Bale) solía leerle esta historia cuando era un niño. En la actualidad, siendo Rick ya adulto, el camino hacia Oriente se extiende ante él. (FILMAFFINITY)
18 de septiembre de 2020
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El séptimo largometraje de Terrence Malick llega con cinco años de retraso desde su presentación en el Festival de Berlín, donde provocó bastante desconcierto. Lo cierto es que el discreto director, que no acostumbra a colocarse delante de focos o micros, no ha hecho nada nuevo como para decepcionar a los que miraban hacia un cine más narrativo.

Sin embargo, y a la vez, esa carencia de novedad sí que puede desilusionar a los más apasionados con su estilo. Knight of cups abunda en su identidad temática, visual y sonora, alargado la sombra de la falta de conexión o densidad entre pasajes y personajes que ya presentaba To the wonder y dejando al espectador sin la conmoción que provocaban sus anteriores relatos.

A la vez, la búsqueda del sentido existencial en medio de la banalidad es el leitmotiv de la trama que convive, en un acertado contraste, con pasajes que muestran la pobreza y el sufrimiento físico de personas más desamparadas (algo también transversal en la filmografía de Malick).

Quizá, lo que más resalta en esta película, teniendo en cuenta de nuevo la trayectoria de su cineasta, son dos aspectos. Por un lado, la fuerza que Emmanuel Lubezki (uno de sus habituales directores de fotografía) ha otorgado al blanco roto, encarnado no solo en los parajes naturales, sino también en la arquitectura contemporánea y también en la más kitsch de Las Vegas. En el conjunto, este elemento acaban encerrando aún más al protagonista en una especie de lápida vital.

Mientras, por otro lado, Terrence Malick logra retratar con gusto y cierto atractivo estético los espacios más decadentes que atraviesa Rick. La belleza que busca hasta en el ápice de lo vacuo revela cierta compasión y tristeza, que atenúa la sensualidad de varios momentos.

Un Malick que llega tarde, que deja un regusto a insatisfacción pero que regala imágenes, perspectivas y otros detalles siempre brillantes.

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Revista Contraste
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