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San Marino San Marino · Ladera del Monte Titano
Voto de Fej Delvahe:
7
Drama Película "cristiana" sobre un estudiante devoto Josh Wheaton (Shane Harper) que desde su primer día se ve retado por su dogmático profesor de filosofía, el Sr. Radisson (Kevin Sorbo), para probar la existencia de Dios. (FILMAFFINITY)
27 de octubre de 2014
25 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante un filme de mensaje sobre ateísmo-teísmo (teísmo cristiano); sin embargo, como realización fílmica viene a ser como una especie de pintura hecha a base de brocha gorda y no con pincel; es decir, en cuanto a arte, estética y fotografía deja mucho que desear y resulta manifiestamente empalagoso.

Más, lo dicho, al tratarse de un filme de mensaje (de mensaje religioso o teísta) en este sentido sí que resulta digno de contemplarse y reflexionarse pues pone en escena la confrontación entre el grito de Nietzsche "Dios ha muerto", recogido y asumido por bastantes «progres» hoy por hoy, y en su parte opuesta la experiencia del creyente en Dios, el teista, que no reniega de la fe en Dios, por más que esta aparezca como algo retrógrado y añejo en determinadas aulas universitarias dirigidas por profesores ateos de un dogmatismo cientifista tan ignorante que aún no se han enterado que tanto si lo quieren como si no "Dios" es inextinguible en la existencia humana y que la fuerza del alma es fuerza de Dios, superior a todos los poderes materiales incluidos los poderes del cerebro.

El docente universitario del filme es el típico sectario cientifista anclado en prejuicios ideológicos a los que reviste de «científicos» o «pura ciencia», que no enseña abriendo en sus alumnos el amplio abanico de pensamientos propios de la filosofía, para que cada quien desde su libre albedrío y raciocinio llegue a las conclusiones que su mente considere, sino que adoctrina a sus alumnos en la convicción antiteista que ya él posee con el fin de que todos lleguen a esta misma creencia y encima con la amenaza de que si no lo hacen serán reprobados.

Sin duda, la religión es un componente humano. No hay hay época, cultura ni sociedad humana donde no haya práctica ni creencia religiosa. Ciertamente que la religión puede sacar del ser humano lo mejor y lo peor; pero ¿acaso esto no ocurre con todo lo humano?, por ejemplo, ¿algo tan humano como la técnica no sirve para hacer un mundo mejor y también para hacer un mundo peor? Cualquiera con un mínimo de sensatez sabe que los excesos y atrocidades de las religiones organizadas no tienen nada que ver con la existencia o inexistencia de Dios. Como ya dejó analizado con excelencia el gran XAVIER ZUBIRI, (cf. Teología y mundo contemporáneo. Homenaje a K. Rahner. Ediciones Cristiandad. Madrid 1975, pp. 55-64): «La dimensión teologal es constitutiva y estructural del ser humano. El hombre sólo puede realizarse apoderado por el poder de lo real. Y a este apoderamiento es a lo que yo llamo "religación". La religación es una dimensión constitutiva de la persona humana. El apoderamiento de la persona humana por el poder de lo real es entonces un apoderamiento del hombre por Dios. En este apoderamiento acontece la intelección de Dios.»

En definitiva, pobre película en el sentido artístico de lo cinematográfico y rica o sabrosa en su contenido de mensaje, para lo cual escenifica la realidad que se ha implantado en numerosas universidades de Occidente, es decir, una realidad donde en nombre de la ciencia moderna no pocos profesores y "filósofos" proclaman absolutistamente la muerte de Dios y de la religión, o también declaran a Dios y a la religión como pasados de moda, como credulidad supersticiosa y peligrosa. Y a la vez, en medio de este estado de cosas, resurgirá el "garbanzo negro", o sea, un alumno creyente en Dios que en un aula infectada de compañeros a los que solo les interesa aprobar el curso, no sólo no se avergozará de confesar su teísmo sino que además será el justo reflejo de lo teológico: que no reniega de Dios, que defiende a Dios con argumentos y filosofía y que evidencia tener un alma con esa virtud que muy pocos poseemos y a los que los antiguos griegos llamaban «parresía».

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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