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España España · Barcelona
Voto de reporter:
9
Western. Intriga Pocos años después de la Guerra de Secesión, una diligencia avanza por el invernal paisaje de Wyoming. Los pasajeros, el cazarrecompensas John Ruth (Kurt Russell) y su fugitiva Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), intentan llegar al pueblo de Red Rock, donde Ruth entregará a Domergue a la justicia. Por el camino, se encuentran con dos desconocidos: el mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson), un antiguo soldado de la Unión convertido ... [+]
16 de enero de 2016
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Querido espectador,

Espero que esta carta te encuentre en buen estado de salud y, a ser posible, en un lugar donde los 70mm se asocien a algo más que una simple distancia. Hoy te escribo, más que nada, para recordarte algo que tal vez haya podido escapar a tu atención. Y es que a lo mejor el bombardeo propagandístico detrás de ciertas películas, la pobre promoción de otras o, simplemente, la intoxicación de información que padecemos hoy en día, habrán hecho que te olvides de algo muy importante. Resulta que tu sala de cine (aquella a la que cada vez acudes con menos asiduidad pero con la que, de algún modo, sigues manteniendo cierto vínculo) probablemente esté de enhorabuena. Esto sí, no se sabe cuánto va a durar la alegría, seguramente no mucho, de modo que te sugiero que te des prisa. Fuera rodeos, pues: Resulta que tres años después de estrenar su último trabajo, Quentin Tarantino ha decidido volver. Sí, a pesar de las numerosas filtraciones que han marcado la gestación de su nuevo proyecto; a pesar de sus constantes amenazas de dejar la vida detrás de las cámaras. Hablando de... ¿cuántas dijo que haría? ¿Diez? ¿Y cuántas lleva ya? Pues técnicamente diez... solo que según el recuento oficial, ahora mismo acaba de llegar a las ocho.

¿Perdone? Pues eso, que como la primera se perdió para siempre (al menos en su total totalidad) y aquella otra que hizo a solas pero junto a Robert Rodriguez era más que nada una coña entre colegas, no valen. O sea, que restamos dos, y como no nos llevamos ninguna, nos quedamos con ocho. Ni una más, ni una menos. Y ya que estamos, ¿cómo se titula la dichosa peli? 'The Hateful Eight'. ¿En cristiano? 'Los odiosos ocho'. Por cierto, ¿te acuerdas de cuando no nos sentíamos obligados a traducir 'Reservoir Dogs', 'Pulp Fiction' o 'Kill Bill'? En fin, que en la era de las ingenierías, la informática y, sobre todo, el marketing, mandan los números. Y con el ocho nos quedamos. De los ocho odiosos que protagonizarán la acción de la historia; de ese odio que inglés puede abreviarse con la fórmula casi química ''H8'', y claro está, de ese octavo film en la carrera de uno de los mayores genios cinematográficos de nuestra época. Y como si de un genial guiño felliniano se tratara, un número 8 gigantesco nos presenta la que, como no podía ser de otra forma, se anuncia a sí misma (porque no hay mejor manera para hacerlo) como ''La octava película de Quentin Tarantino''. Elemental, mi querido espectador.

Una vez superado lo elementaloide de esta primera prueba de fuego para nuestra lógica, se nos plantea otro problema, esta vez de logística. Estamos a pocos años (digamos que entre ocho y diez) después del final oficial de la Guerra de Secesión, y a muchas millas de un pueblo llamado Red Rock, lugar de encuentro entre la justicia y el destino tanto para John Ruth como para Daisy Domergue. Cazador él; recompensa ella, les une una cadena metálica y la urgente necesidad de huir de una ventisca que les está pisando los talones. Los imponentes planos de apertura no mentían, se nos viene encima una de las más furiosas acometidas del General Invierno en el campo de batalla del glorioso estado de Wymonig. Por si no acabáramos de tomarnos en serio la situación, suenan de fondo, y al borde del mismísimo abismo del terror, las primeras notas de otra genial partitura de Ennio Morricone, reivindicado, por cierto, como el compositor más grande de todos los tiempos. Tanto dentro como fuera del séptimo arte. Ahí es nada. Palabra de Tarantino. Y que viva el -sagrado- derecho a exagerar; a pasarse de la ralla sin tener que pedir perdón por ello. Ese tipo de locuras que sólo les permitimos a los genios. Porque ya sabes, ellos lo valen.

El caso, recordemos, es que John y Daisy van abriéndose paso a través de la nieve... hasta que se topan con el Mayor Marquis Warren, héroe unionista muy lejos de retirarse del oficio / negocio de matar a gente, quien precede la llegada del sheriff (?) Chris Mannix, renegado confederado con ganas de dejar atrás su pasado, quien insiste en hacer una parada técnica en la Mercería de Minnie, donde resulta que aguardan Oswaldo Mobray, verdugo de insufribles modales británicos, Joe Gage, misterioso granjero, y cómo no, el General Sandy Smithers, distinguido comandante sureño lidiando con su propio y particular invierno. De momento, van siete... Y con Bob, el mozo mexicano encargado de velar porque el local no se venga abajo, van ocho. ¿O eran diez? No, perdón, que no nos llevamos ninguna. Seguro que son ocho. Lo que no está tan claro es que después de 'Django desencadenado' a Tarantino le haya dado por repetir con el western. Cierto, la época y el lugar en los que se desarrolla la acción invitan a darle la razón a la ficha técnica, pero la -calculadísima- evolución del relato nos obliga-a (o debería) hacernos pensar en otras opciones.

¿Y si lo que debiera estar diseñado por, pongamos, Charles Portis, lo estuviera en realidad por, también por ejemplo, Agatha Christie? ¿Y si el refugio fuera una trampa mortal? ¿Y si la tormenta estuviera dentro y no fuera? ¿Y si nadie resultara ser quien dice ser? ¿Y si lo que estás leyendo ahora mismo tuviera de carta lo que servidor tiene de periodista? ¿Me sigues? Y así, en una transición cualquiera entre capítulo y capítulo, te das cuenta, quizás, de que esto tiene mucho más de thriller detectivesco que de cualquier otra cosa. Pero, ¿cómo ha podido suceder? Pues de la misma manera en que este eterno enfant terrible ha cocinado siempre sus platos. A fuego lento... hasta llegar, en un abrir y cerrar de ojos, a la más sangrienta de las explosiones. Del punto de ebullición al estallido van milésimas de segundo. Como si se hubiera estado construyendo una excusa de lo más elaborada... sólo para mandarlo todo a tomar por saco. ¿Te acuerdas de aquella historia de clausura de 'Four Rooms' (que desde luego no se contabiliza entre una de los famosos ocho filmes). Pues lo mismo, pero de forma mucho más sofisticada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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