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Voto de Martes Carnaval:
7
Drama. Comedia En una pequeña población francesa, el juez Michel Racine es presidente de un temido tribunal de lo penal. Tan duro consigo mismo como con los demás, es apodado "el juez de las dos cifras": con él, siempre caen más de diez años. Todo cambia el día en que Racine se topa con Ditte Lorensen-Coteret. Ella es miembro del jurado que va a juzgar a un hombre acusado de homicidio. Seis años antes, Racine estuvo enamorado de esta mujer, ... [+]
1 de septiembre de 2016
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha parecido una de esas películas deliciosas con las que el cine francés nos obsequia de vez en cuando. Una película inteligente y muy estudiada para lograr el efecto que pretende. La contraposición entre la frialdad de una sala de justicia y el trágico caso que se juzga con el calor del espíritu romántico es de una eficacia asombrosa para que al final de la proyección sintamos ese regusto que proporciona el discreto sabor del sentimiento amoroso entre personas maduras, que, como el más pasional, puede llegar a desarrollarse en las tierras más áridas y yermas.

¿Cómo lo consigue el Director, Christian Vincent?

1 ) Recurriendo a un actor y a una actriz que se adaptan perfectamente a sus personajes y hacen dos grandes interpretaciones. Fabrice Luchini compone un juez, que profesionalmente se nos muestra seguro de sí mismo, consciente de su responsabilidad, fiel a sus obligaciones, poco amigo de dar confianzas y que busca con tenacidad la verdad en la seguridad de que en ocasiones es muy huidiza, pero que privadamente es detallista, sensible, comprensivo, culto y tiene un gran sentido del humor. ¿Cómo no admirar a alguien así?

Sidse Babett Knudsen emana un encanto que explica que casi sea obligado sentir atracción por ella. Su concepto de la medicina, en la que cabe la relación humana, buscando a las personas en los pacientes, resulta muy creíble.

2 ) Logrando una gran naturalidad en los diálogos de todo tipo que contiene la historia. Esa sencillez tras la cual se intuye un gran trabajo de ensayos y repeticiones.

A destacar la figura de la hija —a la que da vida la actriz Eva Lillier—, que ha heredado el encanto de su madre, y esa relación maternofilial que seduce tanto por la complicidad de sus protagonistas.

La película es, además, un documento muy válido de cómo funciona la justicia francesa —con sus pequeñas liturgias y considerables limitaciones—, que si no es forzosamente envidiable, sí es razonablemente digna, y de lo que es una sociedad multiétnica, con la problemática aparejada a la complejidad que la define —sociedad multiétnica que ya es una realidad en la mayoría de las naciones avanzadas—.

En resumen, una mínima y bonita historia que, si uno está atento, le podrá permitir, incluso, aprender alguna cosa.
Martes Carnaval
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