Tokyo Sonata es todo aquello que representa el mundo globalizado del siglo XXI. Es una carrera contrarreloj entre unos y otros por ver quien es más independiente en esto de sobrevivir sin ayuda de los demás.
La comunicación en las actuales familias está en horas bajas y no parece que vaya a mejorar. Con los padres todo el día fuera de casa y los niños atiborrados a actividades extraescolares (siempre y cuando dejen tiempo para la videoconsola) se crea el caldo de cultivo perfecto para la incomunicación.
Las causas para llegar a la situación en la que nos encontramos son muchas pero no es el momento ni el lugar para exponerlas.

Volviendo a la película, nos encontramos con una familia en la que todos son unos desconocidos entre ellos. No hablan, y cuando lo hacen es para hablar de cosas banales o para discutir. Y cuando de verdad quieren comentar algo importante, se ignoran.
La vivienda es una zona donde entran y salen estas cuatro personas, pero bien podría parecer que son unos extraños que ni siquiera viven allí. Todo resulta tenso, distante. Ninguno habla, apenas se miran. No se tocan, no hay contacto de ningún tipo.
Todo esto es Tokyo Sonata. Pero hay muchos más temas en esta película costumbrista muy acertada en los tiempos que corren: fracaso laboral, monotonía doméstica, sueños de adolescentes y desarrollo de capacidades artísticas de un niño.

¿Vamos a seguir en esta dirección?