Smithereens, quizás, es uno de los episodios que más se aleja de la filosofía de base de Black Mirror. Puesto que plantea bien la situación. Todo es muy tenso, muy condicionado a lo que puedan realizar el secuestrador y el secuestrado. Técnicamente es impecable y se encarga de saber cerrar pequeñas lagunas argumentales que supo dejar en el camino.

Pero, ay ay ay, el mismo guión se cierra como un embudo. Esta sujeto/por/sujetos/sujetos, dentro de un auto. Y eso limita la historia; limita principalmente el factor tecnológico a una mera llamada de atención mediante celulares y hackeos varios. Números que van y vienen, buscando a un supuesto responsable.

Mención aparte para el magnate millonario. Una especie de líder new age que no titubea en afirmar, casi confesar sin rodeos (a un completo desconocido) que hasta incluso su poder le ha quedado fuera de todo control.

O que las redes sociales nos han superado por completo. Tengamos los recursos que tengamos.

El mensaje del episodio es simple, cierra pero de una manera muy acomodaticia. Muy de paso. Será porque las cartas fuertes de esta historia se centraban solo y tan solo en las peripecias de un secuestrador inmerso en conflictos demasiado propios.