Lejos del chocolate en rama, tanto negro como blanco, que uno puede conseguir en una fábrica de renombre, la peli de Hallstrom solo tiende a compararse con una golosina a precio módico de un local cualquiera. Ni siquiera su figura estelar, tan promocional como intrascendente púede disimular ese tono parco y desapasionado en una obra que se dice a si misma como "comprometida".

No es que Chocolat no posea sus méritos, los tiene. Parte de una factura impecable, una producción cuidada y estéticamente bella; las actuaciones, si bien no resaltan, son correctas y responden al servicio de una trama tan interesante como errada en sus tonos. El tono, ese es el problema de esta peli: un chocolate y una protagonista pretenden poner en juego los valores estancados de un pueblito harto conservador, despertar con ese dulce arrebato la vida dormida del lugar. Trama interesante, pero si las fichas se ponen en juego de forma tímida y apenas sugerente, si el factor de la transgresión es arribado de manera timorata y poco creíble para luego provocar el desenlace argumental que provoca...entonces resulta difícil digerir este chocolate.

La obra de Lasse propone una ruptura, una nueva visión mediante un envase simpático, ameno y familiar. No es que estos adjetivos sean despectivos, más bien apelan a la virtud y al mérito, pero Chocolat se desinfla en las normas que pretende romper y uno se queda con esa media sonrisa estilo Gioconda: algo pudo haber sido, si, se notó, tanto como que no lo fue en su plenitud.