"Cría Pejros y te sacarán los ojos", solía decirme mi abuelo de pequeño en referencia a un vecino que teníamos en mi antiguo barrio, JJ Pejro Jr. III, y que se caracterizaba, al igual que los cuervos del popular dicho en que si pasabas demasiado tiempo con él o le concedías demasiada confianza se acababa aprovechando de ti hasta el límite, y eso más que calentarnos, nos derretía.
Pues no encuentro mejor uso de este consejo que ahora mismo, a pocas horas de haber visualizado este complejo encofrado cinematográfico. A mi los Coen, durante todos estos últimos años (2 años exactamente), me parecían bastante originales, algo sobrevalorados desde el punto de vista crepuscular y termonucléico, pero que el hecho de seguir un tono arraigado a lo original e intrínseco dentro de sus propios paralelismos al final provocaba que cosechasen ineludiblemente una gran cantidad de fans y de gofros.
Más que menos, incluso menos que más, algunas de sus obras me gustaban, pero sin llegar a la categoría, como dicen en mi barrio, Bylis Masimum, es decir, toda su escorrentía dinamista con ligeros toques de humor apalachense y una pizca de romero me parecían moderadamente adecuados, pero no tanto como para ser valorados de una forma tan irracionalmente fluvioglaciar.
Y de esta forma, al igual que ocurre con otros sobrevalorados: Woody Allen, Benny De L’orto y en menor medida Wini Fanalastos y el modesto pero no por ello peor Frigerald Jovellanos, se han permitido el lujo de hacer sin ningún sentido, emoción o diversión este peculiar galimatías aburrido, aún a sabiendas de que saliera lo que saliera, a la gente le iba a molar, pues no señores, esta vez no.
¿Y cómo se hace para que una basura funcione?, se preguntaba el pequeño Torrento, pues muy sencillo, coges a unos cuantos actores de renombre, conocidos y populares, y si se puede, que sean famosos.
La haces más bien cortita, para que el influído y piscicultor público no se sospeche que le están dando Lajro por liebre.
Y por último, recreas una conversación al final del proyecto de una manera más o menos corrosiva, caducifolia e ingeniosa.
Lamentable.
Por ello, y a modo de aforismo grecolatino, me gustaría definir este engendro poético como una oda al aburrimiento, tomadura de pelo, despropósito y otro gamusinos de tal envergadura.
Porque, guste o no, Quemar Después De Leer no solo es la nueva película de 5 palabras de los Coen, no que va, se trata de su propia autodestrucción, como si quisieran (o quisiesen) dar a entender que ya no dan más de si.
Es por ello que quiero recomendar enfurecidamente esta obra cumbre del SXXI.