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Argentina Argentina · Buenos aires
Voto de Candela :
7
Drama Terminada la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Georgia, al igual que otros estados del Sur, empieza a recuperarse. El dueño de Riverside, una moderna compañía dedicada a la agricultura y a las conservas, ha comprado toda una región, excepto dos pequeños ranchos: el de Rad McDowell y el de Reeve Scott. Quienes sí están dispuestos a vender sus fincas, colindantes con las de Rad y Reeve, son Julie Ann y Henry Warren. Pero la compañía les ... [+]
14 de enero de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preminger construye un fuerte relato de denuncia con impronta melodramática, Georgia es el escenario sureño donde el abuso de poder, el racismo y la corrupción riman perfectamente con los aires de recomposición democrática luego de la segunda guerra.
Desde la primera escena emerge sutil pero potente la desconfianza sobre las buenas intenciones que sostenían la recuperación americana de posguerra. Planos aéreos que registran una espectacular voladura de parcelas de tierra nos sitúan en un prominente proyecto económico, resuena emotivamente la parafernalia bélica pero en realidad es el implosivo progreso que llega a los confines del sur americano para quedarse con su miserable cultura y sus personajes más abyectos.
Henry Warren es un arribista manipulador que tiene el propósito de convencer a los dueños de dos granjas empobrecidas de vender sus tierras a un acaudalado empresario para completar las parcelas que necesita en función de desarrollar un emprendimiento agricultor de conservas. El gran problema con el que se encuentra Warren es que los granjeros en cuestión no desean vender sus tierras. Siendo uno de los rancheros negro el conflicto y la animosidad se intensifican.
El gobernador segregacionista de Alabama no le permitió a Preminger filmar en ese estado por lo que debió optar como locación principal la ciudad Baton Rouge, capital de Louisiana. La producción estuvo plagada de problemas, además de la tensa relación del directo con el cast recibieron amenazas de diverso tipo por parte del Ku Klux Klan. Una vez finalizada la película, la censura religiosa, que por aquellos años seguía pesando sobre el cine, le dio la categoría C que no significaba otra cosa que la condena del film.
Tal vez la vehemencia con la que Preminger deseaba imprimir su alegato antirracista termina provocando desprolijidades narrativas, especialmente en los últimos pasajes del film donde, torpe y precipitado, el “mensaje” atropella el tratamiento de los acontecimientos y las consecuencias humanas que derivan de ellos.
De todas maneras no le resta mérito; fue un intento dedicado y auténtico de denuncia del racismo más infame pero también del más soterrado entre los pliegues de la condescendencia progresista.
Candela
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