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Argentina Argentina · Buenos aires
Voto de Candela :
10
Drama Después de haber entrenado y representado a los mejores púgiles, Frankie Dunn (Eastwood) regenta un gimnasio con la ayuda de Scrap (Freeman), un ex-boxeador que es además su único amigo. Frankie es un hombre solitario y adusto que se refugia desde hace años en la religión buscando una redención que no llega. Un día, entra en su gimnasio Maggie Fitzgerald (Swank), una voluntariosa chica que quiere boxear y que está dispuesta a luchar ... [+]
28 de febrero de 2019
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“Un buen relato y un argumento bien construido son clases naturales diferentes. Los dos pueden usarse como un medio para convencer a otro. Empero, aquello de lo que convencen es completamente diferente: los argumentos convencen de su verdad, los relatos de su semejanza con la vida.” Jerome Bruner en Realidad mental y mundos posibles. Los actos de la imaginación que dan sentido a la experiencia.

Si el cine de Eastwood nos acerca a la vida es porque en primer lugar estamos ante un gran narrador. Por aquí hay que empezar para entender esa relación particularísima que plantea entre los eventos de una historia y la construcción de su relato. Eastwood es clásico desde el principio hasta el final, cuyo principio no repara solo en la manera de utilizar los recursos audiovisuales sino en su manera de interpretar cinematográficamente una historia. Basta con leer el cuento corto sobre el que se inspira el film Million dollar baby para identificar que la historia es esencialmente la misma pero que finalmente poco tienen que ver y no solo por tratarse de dos lenguajes diferentes, el cinematográfico y el literario.
Su apego a las convenciones del cine clásico lo convierten en un hacedor de un cine extinto en una época constituida por un modelo de ruptura y fragmentación, de exaltación de la visión individual del director por sobre los demás elementos constituyentes del cine. Million dollar baby, como tantas otras de sus películas, encierra una idea de hacer cine, de concebirlo, de convertir historias en narraciones fílmicas condensando un estado de integridad cinematográfica que dejó de percibirse como tradición artística desde el fin del clasicismo.
En Eastwood es posible encontrar la savia de esa tradición, es posible encontrar pliegues de ese universo construido por Ford, Wilder, Hawks, Murnau y tantos otros, pero finalmente se advierte que Eastwood es Eastwood y no un nostálgico recuerdo de la noción de autor del modelo clásico.
El estilo eastwoodiano está determinado por la sustancia narrativa. Primero la sustancia y a partir de aquella se constituye el estilo. El verbo principal de Clint Eastwood es el de aventurarse en la intimidad de personajes con cierto espesor humano, un ejercicio de introspección que maneja con lucidez y consistencia, con preciosismo clásico y brutalidad subterránea.
En Million dollar baby el mundo propio que se construye a la vera de un ring funciona como escenario sentimental y estético pero al mismo tiempo el boxeo actúa como verdadero Mcguffin, una excusa argumental que nos empuja, sin saberlo como espectadores, al mundo interno de los personajes y a la naturaleza de los vínculos humanos que construyen en función de quiénes son, de sus deseos y frustraciones, de sus batallas perdidas y sus esperanzas de vivir mejor.
Un comienzo enmascarado que parece ser una versión extraordinaria del folclórico film deportivo: vencidos que se transforman en vencedores. Pero no es así, como en todo el cine de Eastwood, la magia no opera en la epopeya, opera en los detalles.
El sonido extradiegético (desde la música incidental hasta la narración en off de “Scrap”, interpretado por Morgan Freeman) impone una tonalidad insondable, íntima y melancólica, organizando así una atmósfera emotiva sin pecar en desbordes. Las escenas dedicadas al boxeo carecen de música anulando cualquier ilusión de épica. En cambio, un sonido repetitivo, crudo, veloz ilustra lo que sucede en cualquier gimnasio de boxeo: sangre, sudor y lágrimas. En la palestra repican las sogas y rebotan los punching ball, en el ring el drama fantástico entre el sonido seco de los golpes bien dados y los resoplidos de la humanidad que lo recibe.
Hit Pit, es el nombre del curtido gimnasio donde se cocina la historia y sus memorables personajes. Frankie es un viejo zorro del cuadrilátero que sabe lo encantador y lo ingrato que puede ser el boxeo, es Danger Barch y es la mezquindad mafiosa de los Mickey Mack al mismo tiempo.
No hay prisa pero tampoco pausas en la narración. En tanto Frankie pierde progresivamente a su mejor boxeador en manos de otro mánager comienza a conquistar terreno una muchacha sureña empeñada en boxear lo mejor posible. Mientras el mundo está convencido de que es una white trash ella está convencida de que puede ser brillante en lo que ama. Con una insistencia soberbia logra convencer al escéptico Frankie quien termina aceptándola como pupila. De aquí en adelante, transitando el sinuoso camino hacia el palmarés deportivo, lo que logra Maggie es convencer a su nuevo entorno, y especialmente a Frankie, de su fibra humana. Esto se traduce en un vínculo de afecto profundo, de confidencia y compañía, de inspiración y cuidado mutuo. Pero es Scrap, desde la media sombra (de una fotografía extraordinaria) el artífice de esta asociación, de esta brigada de derrotados que se rehúsa a la campanada final.
Fitzgerald es dignidad. En las buenas y en las malas. En la cima de la popularidad y en la solitaria habitación de un hospital. Maggie le devuelve a este avinagrado y huraño técnico de boxeo la mejor versión de su humanidad. Le da respuestas a sus confusiones espirituales exquisitamente reveladas en los diálogos con el Padre Horvak.
Por diversas razones Frankie, Maggie y “Scrap-Iron” Dupris son protagonistas de un relato de condenados. Curiosamente, la afinidad que experimentan no gravita sobre la frustración y la decepción que sienten semejante, que se cuela aun en el optimismo acérrimo que caracteriza a Maggie. Lo que los une los compele a cambiar. Una historia de superación que no transita los caminos harto habituales del self-made donde la realización humana es siempre individual encontrando la redención en la gloria, sea deportiva o económica. A fin de cuentas, se trata de una noble historia sobre la amistad, sobre personas que juntas aprenden a ser mejores aun en la tragedia.
Candela
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