Al ver de nuevo "Los inútiles" han regresado algunos recuerdos y sensaciones de mi juventud que ya creía olvidados: el caminar sin rumbo fijo por las calles de una triste y fría ciudad de provincias en busca de sabe dios qué; el salir por la noche con los amigos y llegar a casa con una sensación de vacío y de soledad difíciles de llenar con nada; el buscar el amor de forma equivocada...

En algunas de las críticas que he leído, algunos se han puesto un tanto moralistas (no se lo reprocho. El paso del tiempo nos hace ver, por suerte o por desgracia, las cosas de otra manera), pero a mí no me importa reconocer que alguna vez, en un tiempo un tanto lejano ya, fui como ellos y me vi en esa espiral en la que parece que se te escapan todos los trenes y te falta voluntad para cogerlos porque la inercia te arrastra como la resaca en un día de temporal.

"Los inútiles" posiblemente no sea para los críticos una de las mejores películas de Fellini, pero para mí sí lo es por las sensaciones que me vuelve a despertar cada vez que la veo. Me resulta difícil de olvidar el patetismo del personaje interpretado por Sordi en la fiesta de carnaval. A Sordi siempre lo hemos considerado un poco payaso, pero a mí siempre me ha parecido un payaso triste y creo que esto último lo trasmite muy bien esa escena. Fellini lo retrata con patetismo y ternura, sin caer en el moralismo. Esto último se puede extender al resto de personajes que pululan por la película.

Como pega a "Los inútiles" quizás se le pueda poner que algunas de las subtramas de la misma quedan un poco desdibujadas, al centrarse progresivamente Fellini en las situaciones que se le presentan al personaje interpretado por Franco Fabrizi.

El tiempo pasa y la vida cambia y, por suerte, uno ya ha dejado de ser un "vitelloni". Pero la vida te hace entrar en otras espirales equiparables, ya sea laborales o familiares, de las que muchas veces es difícil salir porque a uno le faltan ganas, voluntad o valentía para coger ese tren en el que al final se va uno de los personajes.