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España España · Almería
Voto de Gabriel Ufa:
8
Cine negro. Thriller Un sacerdote presencia impotente cómo los niños marginados de su parroquia sucumben a las malas influencias de un criminal que fue compañero suyo de la infancia. Con el paso del tiempo, los dos hombres siguieron caminos muy diferentes: uno abrazó el sacerdocio y el otro se convirtió en un gángster. (FILMAFFINITY)
10 de septiembre de 2010
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El glamour y el encantamiento que tenía el gangster en las producciones de principios de los 30 (“Hampa dorada”, “El enemigo público” o “Scarface”), en donde en cierto modo se ensalzaba esta figura, va dando paso, tras la detención de Lucky Luciano y otros famosos gangsters, a un tono más crítico con el mundo del hampa.

Así, en “Ángeles con caras sucias”, el protagonista es Rocky Sullivan (James Cagney), un peligroso gangster cuyo antagonista es Jerry Connolly (Pat O´brien), antiguo compañero de fechorías, ahora convertido en cura. A pesar de la amistad que les une, cada uno toma un camino radicalmente opuesto.
Esto es lo que distingue al film de otros del cine negro de los 30, algo así como su seña de identidad, una interesante evolución quizá algo maniqueísta, pero con matices, del rumbo que ha tomado cada uno, que cumple un cierto sentido moralizante, aunque comprendo y asumo que estamos en el año 1938 y el cine, por entonces, también cumplía una función social muy importante. En este sentido es significativa la manera en que Cagney va evolucionando en su trato al grupito de raterillos, al cual idolatran por encima de todas las cosas.

Respecto a todo lo demás, el film es absolutamente ejemplar. Los aspectos técnicos, muy destacados. El ritmo del comienzo, denominación de origen Curtiz, es a velocidad de crucero, con un par de grúas que te enseñan el modestísimo barrio y el germen de la pandilla de los Dead End Kills (grupo de actores juveniles), es decir, el caldo de cultivo de lo que luego serán los jefes del trapicheo.
Si la música es del prolífico maestro Max Steiner, poco más se puede decir. La fotografía de Sol Polito, una garantía, muy apreciable en los últimos planos de Cagney, con una ambientación expresionista, propia de la excelencia fotográfica del noir clásico.
Los diálogos, muy notables, tienen algunas frases memorables.
Ann Sheridan, con un papel cortito, es una actriz que me cautiva desde que la ví en “La pasión ciega” (1940). Su dulzura y su belleza hacen de ella una gran actriz.

Y sobre todo, está la portentosa actuación de James Cagney, llena de fuerza y vitalidad. En cada escena derrocha poderío, convicción, determinación,… En esta faceta no hay un actor como él.
Gabriel Ufa
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