Las veces que estoy dispuesto a gastarme lo que cuesta una entrada de cine (con palomitas y bebida), intento que sea para aprovechar hasta la última pulgada de la pantalla más grande que tengan. Y es que "Pacific Rim" no es ni más ni menos que eso, dos horas de entretenimiento visual, con algunas escenas espectaculares, algún sobresalto, alguna risa y poco más.
Es de agradecer que Guillermo del Toro sea tan perfeccionista en lo que a imagen se refiere, cada fotograma está pulido para crear un entorno grandioso, todo brillos y luces de neón, muy característico (son evidentes las semejanzas con Hellboy 2). Sin embargo, la trama es extremadamente lineal y facilona, los personajes estereotipados y las sorpresas casi nulas. Desde el primer momento se desvelan unos planes que se cumplen sin demasiados contratiempos, e incluso cualquier espectador avezado puede adivinar con facilidad qué sucederá, cómo y cuándo.
En definitiva, una película divertida y visualmente fabulosa, cuya vida se reduce a la gran pantalla, ya que pierde la mayoría de sus alicientes visualizada en cualquier formato menor.