En un año dónde lo más aclamado eran "joyas" infumables como Traffic o Erin Brokovitch, agradecemos que existiera una película que, al menos, no dejó indiferente a una sala de cine de 200 personas.
Mención aparte al hecho de que a raíz de este film se expandió el genero crítico-cómico, cabe destacar la realización del mismo, imitando escenarios, escenas y diálogos con una fidelidad que hace pensar que Wes Craven estaba en el plató de montaje.
Lógicamente, sin haber visto y disfrutado con las películas a las que hace mofa, la película pierde el 99% de su encanto; a los fans de las Slash Movies, les encantará, por supuesto.