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Voto de Andrés:
9
6,4
16.000
Drama
Segunda mitad del siglo XVII. Dos jóvenes jesuitas portugueses viajan a Japón en busca de su mentor, el conocido misionero Padre Ferreira. Los últimos rumores indican que, tras ser perseguido y torturado, Ferreira ha renunciado a su fe, algo difícil de creer para los sacerdotes que parten en su búsqueda. En Japón ellos mismos vivirán el suplicio y la violencia con que las autoridades japonesas persiguen a los cristianos, a los que ... [+]
10 de enero de 2017
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es una película para pasar el rato. Es muy larga, tiene poca acción y hay partes donde la trama se ralentiza mucho. Y no creo que tuviera que ser de otra manera, pues Scorsese da sentido al título de la película en cada plano: el Silencio, de Dios, la angustia que vive el protagonista, y sobretodo, o al menos lo que más me impacto, la sensación de no poder hacer nada, de tener las manos atadas. Esto es lo que transmiten una lentitud tan exagerada, planos largos, con pocos movimientos de cámara que refuerzan esa sensación.
Otra herramienta para lograr ese efecto en el espectador es la banda sonora, que Scorsese usa magníficamente. No es otra que el silencio, no hay música alguna en toda la película. Pero es que precisamente, y más aquí, el silencio tiene una gran potencia sonora, y es capaz de transmitir tanto como una canción de Hans Zimmer. La soledad se convierte así en uno de los sentimientos que más se evoca, y va de la mano de la angustia que mencionaba antes, de la impotencia y en última instancia el Silencio. Los sonidos de la Naturaleza si que acompañarán la acción, pero no dejando así de transmitir soledad, en la selva, en el mar, el protagonista se encuentra alejado de la civilización, solo. Y nos remiten a la angustia, pues se convierte en un recuerdo de que las cosas son como son, y nada puedes hacer por cambiarlas.
También merece la pena resaltar la fotografía del filme, que por un lado presenta el cosmos aislado que es Japón, el mundo a parte, casi salvaje que representa, con bellísimos paisajes naturales, bosques y acantilados sorprendentes, y por otro un gran uso de color, donde la paleta se usa de forma brillante para transmitir emociones y crear una estética que encaja perfectamente con un Japón medieval, con tintes de cuadro barroco.
Otra herramienta para lograr ese efecto en el espectador es la banda sonora, que Scorsese usa magníficamente. No es otra que el silencio, no hay música alguna en toda la película. Pero es que precisamente, y más aquí, el silencio tiene una gran potencia sonora, y es capaz de transmitir tanto como una canción de Hans Zimmer. La soledad se convierte así en uno de los sentimientos que más se evoca, y va de la mano de la angustia que mencionaba antes, de la impotencia y en última instancia el Silencio. Los sonidos de la Naturaleza si que acompañarán la acción, pero no dejando así de transmitir soledad, en la selva, en el mar, el protagonista se encuentra alejado de la civilización, solo. Y nos remiten a la angustia, pues se convierte en un recuerdo de que las cosas son como son, y nada puedes hacer por cambiarlas.
También merece la pena resaltar la fotografía del filme, que por un lado presenta el cosmos aislado que es Japón, el mundo a parte, casi salvaje que representa, con bellísimos paisajes naturales, bosques y acantilados sorprendentes, y por otro un gran uso de color, donde la paleta se usa de forma brillante para transmitir emociones y crear una estética que encaja perfectamente con un Japón medieval, con tintes de cuadro barroco.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El guion no está pensado para dar giros sorprendentes, menos ese twist al final que se veía venir. También es cierto que supone una apuesta de realismo histórico que viene de perlas al mensaje de la película, pues nunca va a intentar contar una historia que acabe bien, sino que nos traslada a un drama, a esa lucha imposible contra un Japón en el que "el cristianismo no germina".
Sin embargo, es interesante que al espectador siempre se le deja un pequeño ápice de esperanza, al menos hasta la escena de la apostasía del protagonista, donde lo único que nos queda es un camino cuesta abajo, donde uno siempre está esperando la redención final, el acto valiente de rebelión contra el inquisidor.
Esa rebelión llega tímida entre las manos del protagonista a su muerte. Una última concesión que nos permite suponer que nunca abandonó su fe realmente, es más, que convirtió a su mujer, pues esta le colocó la cruz en los dedos. Este gesto, tan sutil, sirve como esa redención que tanto necesitamos. Y sutil tiene que ser, pues no puede ser nada obvio, o los japoneses le descubrirían, como el hecho de que Kichijiro tiene una imagen cristiana, mostrando que tal vez nunca ha abandonado su fe y que el sacerdote caído le seguía asesorando espiritualmente.
Otro gran elemento es el personaje de Kichijiro. Es el gran cobarde, pero lo más interesante es su contradictoria actitud de siempre buscar el perdón y la confesión, aún después de apostatar tantas veces, y más chocante después de traicionar al sacerdote. Pero no es contradictorio de veras, pues la cobardía de Kichijito llega a tal punto que tiene miedo del castigo final, de no poder entrar en el paraíso y ese temor le lleva a buscar siempre el comodín del perdón. Una interesante reflexión cristiana sobre como el perdón final borra todos los pecados si uno se arrepiente. ¿Se arrepiente Kichijiro? Yo creo que sí.
Sin embargo, es interesante que al espectador siempre se le deja un pequeño ápice de esperanza, al menos hasta la escena de la apostasía del protagonista, donde lo único que nos queda es un camino cuesta abajo, donde uno siempre está esperando la redención final, el acto valiente de rebelión contra el inquisidor.
Esa rebelión llega tímida entre las manos del protagonista a su muerte. Una última concesión que nos permite suponer que nunca abandonó su fe realmente, es más, que convirtió a su mujer, pues esta le colocó la cruz en los dedos. Este gesto, tan sutil, sirve como esa redención que tanto necesitamos. Y sutil tiene que ser, pues no puede ser nada obvio, o los japoneses le descubrirían, como el hecho de que Kichijiro tiene una imagen cristiana, mostrando que tal vez nunca ha abandonado su fe y que el sacerdote caído le seguía asesorando espiritualmente.
Otro gran elemento es el personaje de Kichijiro. Es el gran cobarde, pero lo más interesante es su contradictoria actitud de siempre buscar el perdón y la confesión, aún después de apostatar tantas veces, y más chocante después de traicionar al sacerdote. Pero no es contradictorio de veras, pues la cobardía de Kichijito llega a tal punto que tiene miedo del castigo final, de no poder entrar en el paraíso y ese temor le lleva a buscar siempre el comodín del perdón. Una interesante reflexión cristiana sobre como el perdón final borra todos los pecados si uno se arrepiente. ¿Se arrepiente Kichijiro? Yo creo que sí.