Bergman reflexiona sobre la muerte y la existencia de Dios y lo hace de forma magistral en el contexto de la Edad Media, donde la peste, castigo divino, provoca muerte por doquier.

Antonius Block (interpretado por el siempre enigmático Max von Sydow) es un caballero que regresa de las cruzadas y que ya no sabe en qué creer. Se encuentra cara a cara con la muerte y ésta le da un ultimátum. Se jugarán su vida en una partida de ajedrez. Pero la muerte es implacable y no tardará en ganar. Ante esta fatal certeza, Block querrá buscar cuanto antes una respuesta a su vida y a lo que le espera más allá de la muerte.

Bajo esta premisa, Bergman retrata hábilmente la búsqueda de respuestas en un ambiente de desasosiego, culpabilidad y pesimismo. La atmósfera creada es soberbia pues la peste hace hablar a la gente del Apocalipsis y la Iglesia la hace culpable de sus pecados. Son memorables los diálogos entre Block y la muerte así como los referentes al escudero. Impagable es la escena de la bruja y el caballero.
Como contrapunto, creo que es un gran acierto el papel de los comediantes. Bergman quita gravedad con su picaresca y dota a la película de un ritmo más ágil. Es más, a través de ellos vemos que también hay lugar para el optimismo, la paz y la esperanza, para una vida que se puede abrir paso entre tanta muerte.

Esta es una obra maestra sobre la muerte pero no olvidemos que también sobre la belleza de la vida.