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Voto de Benjamín Reyes:
7
Animación. Fantástico. Aventuras Han pasado cinco años desde que Hipo empezó a entrenar a su dragón, rompiendo la tradición vikinga de cazarlos. Astrid y el resto de la pandilla han conseguido difundir en la isla un nuevo deporte: las carreras de dragones. Mientras realizan una carrera, atraviesan los cielos llegando a territorios inhóspitos, donde nadie antes ha estado. Durante un viaje descubren una cueva cubierta de hielo que resulta ser el refugio de cientos de ... [+]
8 de septiembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuatro años después llega a las pantallas comerciales la secuela de “Cómo entrenar a tu dragón”, después de su paso por el último Festival de Cannes. La frase que Hipo pronuncia al final de la primera parte servirá para situar a los desmemoriados y a los advenedizos: “Esto es Isla Mema. Nieva nueve meses al año y graniza los otros tres. Toda la comida que crece aquí es dura de roer y las personas que crecen aquí lo son más todavía. La única ventaja son las mascotas. En otros sitios tienen ponis o loros. Nosotros tenemos dragones”. Eso sí, los flamígeros dragones de la primera parte se han convertido en mascotas que emulan comportamientos propios de perros domésticos (dan lametones o buscan objetos). Dreamworks, artífice de la irreverente “Shrek” (2001), ha hecho que Hipo vuelva a surcar el aire a lomos de Desdentado, el dragón nigérrimo de ojos glaucos.
El tono amable del prólogo, que muestra competiciones de carreras aéreas de dragones emulando a la saga de “Harry Potter”, a ritmo de una música festiva, hace presagiar que vamos a ver una de esas películas concebidas para toda la familia. Una rápida mirada a la sala, repleta de niños que comen cotufas y beben refrescos, así como padres que entran y salen del cine como si estuvieran en el salón de su casa hace presagiar lo peor. Falsa alarma. “Cómo entrenar a tu dragón 2” presenta una hondura en el relato que hace que se eleve el nivel, a medida, que avanza la trama, que incluye un giro dramático que recuerda al “El rey león” (1994).
A una extraordinaria animación, que alcanza su culmen en el despliegue de acrobacias aéreas (sin llegar a la maestría del cine de Miyazaki), se une el desarrollo del conflicto paternofilial. Mientras el fornido padre aboga por la guerra, el escuálido hijo apuesta por la paz, en una preclara historia de crecimiento de su protagonista, de cómo se convierte en un adulto. El joven Hipo quiere escribir una nueva página de la historia y convertirse en un líder que aboga por la palabra en vez de hacer uso de la fuerza, reflejando un cambio de mentalidad generacional. Los vínculos afectivos no acaban ahí, ya que la desaparecida madre de Hipo reaparece veinte años después convertida en una especie de Jane Goodall de los dragones, representando una subtrama de cariz ecológico.
A diferencia de la primera parte, que está ambientada en un lugar no especificado de los países escandinavos, esta secuela se ubica en Noruega. Una docena de personas del equipo creativo visitaron Oslo y Bergen para ambientar el filme, que presenta un atractivo diseño, en el que sobresalen la fortaleza de hielo y el oasis de dragones. La moraleja del filme, escrito y dirigido por Dean DeBlois, que ha dejado por el camino a su compañero Chris Sanders, es sencillo y diáfano: más vale maña que fuerza. Resaltando. asimismo, la importancia de la amistad y la lealtad.
La proyección del pasado jueves en los Multicines Tenerife, auspiciada por Preestrenos en Canarias, estuvo amenizada por un bebé llorón. Él no tiene culpa, pero algunos progenitores deberían replantearse llevar a un bebé de dos años al cine.
El cine de animación reciente ha demostrado que no está orientado a un público exclusivamente infantil gracias a magistrales títulos como la trilogía de “Toy Story” (1995-2010), “El viaje de Chihiro” (2001), “Buscando a Nemo” (2003), “Steamboy” (2004), “Persépolis” (2007), “Ratatouille” (2007), “Vals con Bashir” (2008), “Up” (2009), “El fantástico señor Fox” (2009) o “Arrugas” (2011), solo por citar algunos ejemplos.
Benjamín Reyes
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