Dos horas y media interminables de película en la que pasa el tiempo sin pasar nada más. Lenta, agónica, con una interpretación de Ryan Gosling que bien podría haber realizado un maniquí, la expresividad hubiese sido la misma así como la falta de ritmo. Lo peor es que esta falta de ritmo parece que Gosling se la ha trasladado también a Harrison Ford, copiando silencios y pausas interminables (así ya se puede hacer fácilmente un filme de dos horas y media, a base de silencios y pausas).
El 3D de esta película es completamente prescindible, yo diría que es muy preferible ver la versión 2D puesto que si la imagen es muy oscura, como en esta película, y encima te tienes que poner esas gafas que te oscurecen todavía más la visión, pues apaga y vámonos. Particularmente me vi obligado en bastantes ocasiones a quitarme las gafas 3D porque me parecía agobiante tratar de ver muchas cosas sin verlas. Las escenas que no están en penumbra y prácticamente fuera de foco están grabadas en tonos amarillentos. Uno sale del cine con una especie de claustrofobia.
El argumento..., es que ni siquiera me apetece hablar de él de absurdo y soso que me pareció.