Fue difícil enfrentarme a la tercera parte de Toy Story. Por un lado era asumir que me estoy haciendo mayor; hace 15 años el pequeño Andy junto a Woody, el vaquero y Buzz se colaban en las pantallas de nuestros cines de una forma innovadora, se trataba de la primera película completamente realizada en ordenador y por aquél entonces yo contaba con nueve años y disfrutaba de ese filme con ojos de niño y maravillado por lo que para mí eran los nuevos dibujos animados. Por otro lado cuando uno acude a ver una secuela lo hace con la sensación de que los estudios quieren explotar a la gallina de los huevos de oro y preguntándose si no hubiera sido mejor dejar las cosas en su sitio y terminar de esa forma en lo alto (ya hablaremos de la saga Shrek).

Pues bien, Toy Story 3 es perfecta y oportuna. Nació inventando un nuevo género dentro del cine de animación y muere ahora que la animación camina por los derroteros de las tres dimensiones. Y lo hace a lo grande, siendo el colofón de una trilogía puesta en paralelo a grandes sagas de la historia del cine como El Padrino. Ahí queda.

El punto de partida es sencillo, Andy se ha hecho mayor, va a entrar en la universidad, y antes de marchar debe dejar su habitación limpia y recogida (las madres americanas son como cualquier madre como se ve) tirando aquello que no quiera, donándolo a la beneficencia, o guardándolo en el desván. A su muñeco preferido, Woody, decide llevarlo con él a la universidad, mientras que el resto van a quedar condenados al ostracismo de un oscuro desván cuando una serie de malos entendidos da con ellos en las puertas del cubo de basura.

Finalmente, todos ellos, vaquero incluído, acabarán de camino a una guardería donde prestarán sus últimos servicios como animadores infantiles. Woody intentará convencerles de que el deseo de su dueño no era el de enviarles a un vertedero y termina dejando a sus antiguos compañeros en la guardería. Guardería en la cual Lotso, un oso bipolar (cariñoso de día y despiadado de noche) junto a sus secuaces, entre los que destaca Ken (el novio de la Barbie) llevan el mando e infringen un trato abusivo con los recién llegados que pronto querrán escapar. El primero en reclamar sus derechos será el agente interestelar Buzzligthyear que será reseteado dando lugar a uno de los mejores gags de la película, el Spanish Buzz.

El final de la película, el esperado, con mucha tensión, un guión muy acertado y un tempo excepcionalmente llevado pero el esperado, lo cual no es para nada negativo teniendo en cuenta el público al que va dirigida. En definitiva, una gran película de doble lectura donde la crítica a la sociedad actual está presente en casi cada una de las escenas y donde encontramos a raudales diversión y disfrute en una película que por sí misma es una obra maestra.