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Voto de Scott Carey:
4
Drama Un caso sin resolver ocurrido en los alrededores de Paranoid Park, un parque público conflictivo de Portland, lleva a los detectives a investigar en un instituto de los alrededores. (FILMAFFINITY)
12 de julio de 2009
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca he sido un admirador del cine de Gus Van Sant. No habré llegado a ver ni la mitad de su filmografía, pero cada película que veo de este director me confirma que su cine y yo somos incompatibles. Pensaba, ingenuo de mi, que no podía haber nada más horrible que el inclasificable biopic de "Last days", y quizás este film no llega a los niveles de sobredosis anfetamínica con la que debió rodar los últimos días de la vida de Kurt Cobain, pero poco hemos mejorado desde entonces.

Paranoid Park, nos situa en la vida de un adolescente aficionado al skateboard que un día mata accidentalmente a un guardia de seguridad de una estación de ferrocariles. Lo que en manos de un director mínimamente competente hubiera sido un film incluso interesante, se transforma en una película absurda, mal realizada y deficientemente interpretada. Buscar los actores a través de una página web puede resultar muy innovador y moderno, pero conlleva sus riesgos, y en esta película se hacen muy evidentes. Gabe Nevins, el actor principal, se nos revela como uno de los ¿actores? más inexpresivos que se hayan visto últimamente en las pantallas. Nada puede intuírse a través de su rostro, mostrado en abundantes primeros planos. Su rictus, casi autista, no varía un ápice ya sea escribiendo en un cuaderno, contemplando un cadáver o haciendo el amor con su novia.

Así pues, con un material humano de este calibre y un director que, estoy seguro, se considera un genio, la cinta va avanzando hacia ningún lugar en concreto. Da la impresión que el señor Van Sant está más preocupado por la estética que por el contenido del film y al no saber con exactitud hacia donde tirar, nos obsequia con toda una serie de imágenes -que interpreto deben significar los pensamientos del chico protagonista- que provocan sopor más que otra cosa. Si realmente su propósito era mostrar el comportamiento de un tipo determinado de adolescentes norteamericanos, Larry Clark le hubiese podido dar unas cuantas lecciones. Básicamente, sus jóvenes responden a las mismas inquietudes que los de este film, pero al menos aquellos tienen alma.

De vez en cuando, está bien romper ciertos convencionalismos narrativos e intentar buscar apuestas innovadoras, pero cuando uno se limita a repetir una y otra vez escenas filmadas con textura granulada y a cámara lenta de jóvenes patinando en monopatín, el diagnóstico es claro y solo tiene un nombre, onanismo mental.
Scott Carey
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