Globalmente, me sigue pareciendo la mejor serie de toda esta nueva hornada de la segunda época dorada de la televisión por cable. Y eso, habiendo series como Los Soprano, The Wire o Dexter, es aspirar muy alto. Pero es que no queda otra, se lo merece.

Una serie que consigue introducir el elemento sentimental que toda serie necesita con tanta sutileza, entre conversaciones en la sala de resonancia, pequeños matices, variaciones casi insignificantes en el diálogo pero que sin embargo van acercándonos a los personajes sin que parezca artificial (¿alguien dijo Sawyer y Juliet?).

Un equipo que domina todas y cada una de las facetas técnicas de la serie, sin que tengan la necesidad de aparentar o abarcar tanto que se les escape de las manos. La empatía tan marcada que sentimos por House no se debe exclusivamente a su carisma o a lo patético de su existencia; hay un trabajo intensivo de primerísimos primeros planos que humanizan al personaje, desenfoques de lente que lo desvirtúan, una variedad interminable de tonalidades cromáticas en función de los estados de ánimo y un juego constante de filtros y velocidades de grabación. Otros aspectos referidos a la sonido o incluso a la escenografía son de sobresaliente también: el apartamento de House le define muy bien en sus detalles -lúgubre, y de colores apagados-. Caóticamente ordenado.

Y una producción que sorprende de vez en cuando con un giro de tuerca a la estética y al transcurso del capítulo: los dedicados a cada uno de los personajes, el que vivíamos exclusivamente a través de los ojos de un paciente, el realismo mágico teatral de la terapia de House con su psiquiatra o la serie de dos o tres capítulos dedicada a tratar el giro al infierno de House. En este último, por ejemplo, prescindieron de la introducción para intensificar la tragedia.

Y es que si me paro a pensar, creo que nunca había escuchado un “Te quiero” tan esperado como el que le dice Cuddy a House en el último capítulo de la sexta temporada, con House derrumbado y en presencia de una revelación, del arcángel salvador. Es el ejemplo que demuestra que estos tíos saben lo que se hacen.