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España España · Tomelloso
Voto de Tomillar:
10
Romance. Drama. Aventuras Finales de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Un hombre herido viaja en un convoy sanitario por una carretera italiana, pero su estado es tan grave que tiene que quedarse en un monasterio deshabitado y semiderruido, donde se encarga de cuidarlo Hana, una enfermera canadiense. Aunque su cuerpo está totalmente quemado a consecuencia de un accidente sufrido en África, tiene todavía ánimo para contarle a Hana la trágica historia de su vida. (FILMAFFINITY) [+]
15 de marzo de 2010
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, soy uno de esos para los cuales esta película es una de las mejores que han visto nunca.
La belleza formal de este film, como si de una poesía visual se tratase, roza los umbrales de la perfección. Te enamora desde el principio hasta el final.
Las actuaciones, a mi modo de ver, memorables. Las dos historias de amor paralelas te sobrecogen: Ralph Fiennes y Kristin Scott Thomas simplemente bordan sus interpretaciones con una pasión y una inmensidad sólo comparable al desierto donde transcurre su relación. Juliette Binoche, bueno, ¿qué decir?, es una actriz que sólo con la expresividad de su cara trasmite y te hace participe de cualquier emoción.
No es una película de contenido. Es como una poesía, hay que apreciar su belleza formal. Es simplemente una película bella en todos los aspectos técnicos y en todos los interpretativos, y con eso basta para convertirla en una película maravillosa.
Como anecdota contaré la primera vez que la visioné:
Allá por el año 1998 o 1999 en la residencia universitaria donde pasé mis años de carrera, era normal bajar los viernes a la sala de TV común, donde veíamos los estrenos de Canal+ y hacíamos hora hasta que empezase la "porno", generalmente de Rocco Siffredi, por entonces en su apogeo.
Recuerdo que el estreno aquella noche era "The Relic", tostón en el que no me extenderé más allá de su mera mención. Después, antes de la porno, echaban una última reposición. Empezamos a oir una canción enternecedora en una lengua extraña y veíamos como se dibujaba a plumilla una especie de hombrecillo nadando que acabó dando sus brazadas en la arena del desierto que sobrevolaba un biplano plateado, pilotado por un hombre enfundado en su traje de vuelo y con una bellísima pasajera en la carlinga delantera que "dormía" con la cabeza inclinada a un lado, dejando volar su melena rubia y un pañuelo blanco... Algunos de los presentes después de algunas bromas y comentarios jocosos se levantaron diciendo; "cuando empiece la porno me llamáis". Otros supongo que se decidieron a aguantar. En mi caso, no sé por qué, tardé unos 20 o 30 segundos en enamorarme de aquellas escenas y de aquella mujer que dormía.
Después de aquella espantada inicial, quedamos unas 30 o 40 personas en la sala de TV, que tenía capacidad para unas 60. la película continuó su discurrir...
Nadie más se levantó. Nadie más dijo nada. Nadie más se movió en toda su duración. Sólo algún moqueo, sollozo ahogado y respiración entrecortada se pudo oir en aquella sala.
Supongo, que al igual que yo, asistieron al descubrimiento de una película que quedaría grabada para siempre en mi alma como un bellísimo recuerdo.
No me acuerdo si después me quedé a ver la porno y si era de Rocco Siffredi.
Pero nunca olvidaré la película que vi en última reposición.
Tomillar
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