Difícil apuesta cinematográfica la del director Jacques Audiard de llevar a la pantalla esta historia social que se mueve entre el terror y la bondad de lo humano. Con un título poético en sintonía con la trama del film, Audiard nos describe un mundo de depredadores (inmobiliarios) dispuestos a todo para conseguir su objetivo (dinero), en ese mar de tiburones está Tom que hereda con orgullo de su padre ese talento para el mal, y toma de su madre un talento para la música.

Entre la codicia y las notas de un piano se debate el joven Tom (acertadamente interpretado por Romain Duris, el de la exitosa producción europea “Una Casa de Locos”), un personaje que llega a repugnar y que también consigue el afecto del espectador.

Globalmente la película consigue atrapar en la trama desde el inicio y mantiene un ritmo más que adecuado que nos mantiene siempre pendientes de lo que va a suceder. Desgarradora y humana sin buscar la emotividad fácil. Muy recomendable.