Decepcionante hasta unos extremos insospechados, y eso que fui al cine dispuesto a entretenerme con un buen espectáculo plástico sin pretender pedirle mucho más. Ya había visto la malísima Hero y no esperaba gran cosa, pero parecía que esta estaba algo mejor y había leído alguna crítica que la destacaba por su fotografía. ¡Ni eso! Más de lo mismo, un esteticismo edulcorado hasta lo empalagoso, más bambú y nieve y coreografías recargadas y cámara lenta y kilos de telas preciosas...

La historia, y sobre todo los diálogos, son tan estúpidos que mientras veía la película pensaba que todo era alguna especie de “engaño”, algún tipo de argucia argumental que no presentaba una situación que finalmente era falsa y se descubría la verdadera historia y las auténticas caras de los personajes. Pero los giros del guión no cambiaban para nada el “tono” de la película, esta continuaba como si tal cosa, tontería tras tontería... Ahí donde Tigre y Dragón conseguía, sin ser extraordinaria, un equilibrio entre la fantasía, la fotografía, las coreografías de lucha, la historia y los personajes, la Casa de las Dagas Voladores se queda en un pase de postales de una belleza forzada, repetitiva, autocomplaciente y lastrada por el vacío que hay detrás.

Y parte de mi cabreo viene porque no es un director cualquiera el que hace esto, para nada, detrás esta Zhang Yimou y maravillosas películas como “La linterna roja”, “¡Vivir!” o “Sorgo rojo”, deslumbrantes films que te transportan a otras épocas, a otras culturas y que te cuentan cosas historias que te acompañan mucho tiempo después.