Solo puede salvarse de esta película a Tom Hanks. Nada más. Meg Ryan estaba ya al final de su suflé, acentuando hasta el despropósito todos sus tics, y Nora Ephron, que lo dio todo cuando escribió "Cuando Harry encontró a Sally", hizo un proceso equivalente, atascada en sí misma, exacerbando esa visión New Yorker de la vida, llena de frases, momentos y personajes que terminan por producir alergia. La Ephron tuvo su momento, muy merecido además, pero luego dejó de mirar para adelante y quiso explotar un filón que, si bien es probable que le diera unos buenos réditos dinerarios, la sumió en la mediocridad. Sin mencionar que su talento como directora era realmente flojo. Quizás Rob Reiner hubiera salvado esta película. Nunca lo sabremos. Por suerte fue él quien dirigió "Cuando Harry...".

Vista hoy (mayo de 2021), la película se desinfla como un globo. Todo molesta: lo que se da por hecho, la estética tan azucarada, los esfuerzos por meter diálogos y momentos de la película que la inspiró sin conseguir que los resortes románticos funcionen bien, para dejar bien claro que estamos en un homenaje (la mitomanía que hay en esta película como "modus operandi" de todo personaje Ephroniano, es verdaderamente molesta), incluso el entuerto moral que parece plantear, de incomprensible resolución. Molesta por su mediocridad, por la falta de gracia y de carisma. ¡Y cómo perjudica tener un referente como Lubisch! Es un suicidio, porque "El Bazar de las sorpresas" sigue emocionando y haciendo reír a día de hoy.