Lila Cassen, célebre cantante, después de llevar diez años retirada de su profesión. prepara su vuelta a los escenarios cuando sufre un extraño accidente en la playa, que igualmente podría haber sido un intento de suicidio, junto a su casa, a resultas del cuál padece una amnesia absoluta. Su agente contacta con Violeta, una empleada de un bar y karaoke, con su propio drama (sufre el maltrato de su hija), quien hace muy buenas imitaciones de Lila, para que de nuevo le enseñe sus propias canciones a ésta.

Tan solo con leer la sinopsis de esta película, la que acabo de hacer o cualquier otra, se advierte que estamos ante un argumento bastante extraño, desarrollado por Carlos Vermut tanto en el guion como en la dirección. En un principio la originalidad de aquello que se narra, así como la parsimoniosa puesta en escena (secuencias con muy poca acción y muy largas) me ponen a la expectativa, más que por lo que estoy viendo porque espero que algo suceda; pero acabo desengañándome, y me termina resultando todo bastante falso y ampuloso; si bien la trama paralela y, en principio, secundaria, la que ocurre en el hogar de Violeta entre ella y su hija, Marta, es la que me acaba interesando más, en gran medida por las respectivas interpretaciones que de sus papeles hacen Eva Llorach y Natalia de Molina.

Película con personajes planos (a los que en ningún momento se les dotará de pasado), hieráticos; diálogos que parecen buscar la trascendencia, pero que están vacíos; una narración que incluso, en el tercio final, parece írsele a su autor de las manos convirtiéndola en un melodrama desmesurado, hasta el punto de parecer no saber qué final darle.

Como he apuntado anteriormente, Eva Llorach y Natalia de Molina, así como la voz de Eva Amaral, me parecen la parte resaltable de este film.