Bigelow se lanza ahora a dejar constancia de unos hechos tan olvidados (¿desconocidos?) hoy día como lamentables. Y lo peor de todo es que podría haber pasado ayer. La cinta comienza con una contextualización quizás excesiva, dibujando a varios personajes de manera demasiado deshilvanada, de forma que han pasado más de veinte minutos y aún no sabes cuáles van a ser las intenciones de la dirección si no sabes de qué va la historia. Sin embargo, la bomba de relojería explota y da de lleno, con un nudo central de la película realmente de altos vuelos. Lo ocurrido en el motel Algiers es rodado de manera experta, la directora sabe lo que se hace: interpretaciones, montaje y cámara empiezan a golpearte y casi sientes que estás ahí dentro. Sobresaliente todo este tramo de película aunque quizás tras ello el vuelo baje a cotas medias, sosteniéndose ahí hasta el final de la película. Película notable, Kathryn sabe cómo hacerlo.