Nos adentramos una vez más en el universo Tolkien de la mano de alguien (Peter Jackson) que ha demostrado estar sobradamente capacitado para trasladar la ficción literaria de un mundo imaginario a la gran pantalla. Seguramente de los pocos para poder llevarlo a cabo con total eficacia y sin perder ni un ápice de la magia original.
La única sensación negativa que uno podría adquirir, tras continuar las aventuras a través de la Tierra Media, sería esa sensación de solapamiento de escenas; difícil identificar si pertenecen a una u otra parte, pero no es más que la plasmación del relato original. Tal vez, incluso, achacar la excesiva duración, pero a fin de cuentas es como subirse a una montaña rusa: tiene momentos en que aparentemente no pasa nada, pero aun así el corazón late deprisa porque sabes que no es más que la calma que precede a la tormenta y por supuesto estas deseando que llegue. Como dicen en la película: "con el tiempo, todo lo maligno aflora".
Magnifico aprovechamiento, por cierto, del croma con el 3D para crear unas vistas espectaculares de un mundo mágico. En definitiva, puro espectáculo audiovisual, puro divertimento.