Me temía lo peor y ha cumplido el pronóstico. Su director Alfonso Sánchez, a quien conocemos de ese dúo tan ingenioso que compone junto a su compadre Alberto López, definitivamente se aleja de esa agudeza pegándose un tiro en el pie con este amago de comedia policiaca en la que deben haber dejado la gracia para la hora del café y el donut. Ni parodia ni homenaje, no circula con inteligencia hacia ninguno de los dos rumbos, a pesar de que lo intenta con reiteración y es la base sobre la que su protagonista, el tal Makey (Leo Harlem), cree moverse por la vida y su trabajo como policía. Nada ni nadie convence; algún pequeño oasis en mitad del desierto de la ocurrencia y el humor, con ligeras pinceladas que hacen recordar que este proyecto nació con la intención de hacer reír, es lo único que aparece como una aguja en un pajar entre tanta necedad audiovisual, con policías y bandas criminales organizadas que incitan a ser detenidos y pasar una temporada a la sombra por intento de homicidio sobre la comedia y robo a mano armada de algún que otro bostezo, éste último la única garantía de éxito.
Tampoco se salvan de la insuficiencia secundarios como Silvia Abril, Mariam Hernández o el mismo Jordi Sánchez, quien caracterizado como un hippie flower power con espíritu emprendedor (¡toma contradicción!), se aleja con su particular idiosincrasia como un némesis del perfecto gruñón televisivo que tanto adoramos y le ha dado fama en la serie 'La que se avecina', para convertirse en un personaje tan vergonzante como el principal añadiendo la cuestión de que nadie sabe a qué ha venido.

El intento de mimetizarse con diversos títulos americanos ha sido para terminar por imponerse como una versión castiza de los mismos, sin chispa, muchas balas de fogueo y fachada torrentiana. Un dislate de recreación ridícula.