Érase que se era, queridos niños y niñas, un provechoso invento de otro tiempo. Consistía en una enorme y sencilla caja roja con cristales que puesta en pie, servía para hacer llamadas telefónicas. Tenían una puerta, por la cual accedías y siempre situadas en medio de las calles o plazas públicas, hacían las delicias de todo aquel que quisiera hacer uso de ellas a cambio de unas simples monedas. Las llamaban, cabinas de teléfono o telefónicas. La llaman, la cabina.

Tras la breve intro con forma de cuento, la exposición real de lo que significó esa cabina, mas imagino, que todo dicho ya. No obstante, cabe recalcar que, independientemente de su insinuación velada, es un derroche de talento narrativo, sin apenas expresar una sola palabra o intercambiar un vulgar diálogo. Obra del televisivo Antonio Mercero y José Luis Garci dispusieron de esa cabina, una como tantas otras que han ido desapareciendo consecuencia de la modernidad, como foco metafórico de una época. Perteneciente al llamado tardofranquismo, el crecimiento económico, el florecer de la clase media, el turismo o la cultura traían nuevos tiempos desde finales de los años sesenta sobre el hermetismo, así como la censura, que iban desdibujando los aspectos y a los rostros más inflexibles de la dictadura. Deja de todos modos, una constancia muy útil e imperecedera de un tiempo de opacidad en forma de alegoría, expresando la falta de libertad en muy diversos ámbitos, con inteligencia, con sutileza, con la claustrofobia de una aparentemente simple cabina telefónica.
Siempre quedarán las anécdotas, más o menos jocosas, que para algunos supuso un trauma angustioso para con las cabinas, semejante a como lo fue para los bañistas que vieron el 'Tiburón' del gran Spielberg. Para el recuerdo de siempre, el real, quedará el desgarro, la imagen de creciente sufrimiento e impotencia de un atrapado López Vázquez, cual mosca enredada en la tela de la araña, cruzando Madrid entre mofas hasta llegar a enfrentarse a su oscuro destino. La relativa naturalidad de las cosas para unos y la ignorancia para otros. Ironía cruzada entre realidad y ficción, siendo capaz de esquivar por un lado al censor y no pudiendo hacer lo propio al otro.