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Voto de John Dunbar:
7
Acción. Fantástico. Ciencia ficción Godzilla y Kong, dos de las fuerzas más poderosas de un planeta habitado por todo tipo de aterradoras criaturas, se enfrentan en un espectacular combate que sacude los cimientos de la humanidad. Kong y sus protectores emprenderán un peligroso viaje para encontrar su verdadero hogar. Con ellos está Jia, una joven huérfana con la que el gigante tiene un vínculo único y poderoso. En el camino se cruzan inesperadamente con el de un Godzilla ... [+]
29 de septiembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo un tiempo en que Kong, King Kong, fue el rey indiscutible de monstruos, al menos en el star system occidental. Pero fue algo siempre mucho más allá de un simple monstruo que nos atemorizaba; bajo esa enorme masa peluda se escondía una historia adaptada de la Bella y la Bestia, algo de lo que buena cuenta pueden dar Fay Wray, Jessica Lange o, más tarde, Naomi Watts. También hubo un tiempo que en el lado oriental, en Japón concretamente, el amo y señor durante décadas, el coloso por excelencia, fue la creación de, entre otros, Ishiro Honda, Godzilla. Fue aquí donde ambos adversarios tuvieron sus primeros enfrentamientos como plasmación audiovisual nipona, mostrando a un rey Kong que nada tenía que ver con el concepto romántico que de él se quiso dar.
Hace ya unos años que la meca del cine quiso abrir una franquicia con ambos, primero con historias por separado para abrir apetito e ir labrando la contienda definitiva, para, por último, llegar a este punto en que nos encontramos, aunando furia y muchas toneladas de peso, rivalizando uno y otro en persona, frente a frente, por ver qué peso pesado era el auténtico rey de monstruos. Para poder pretender el posterior encuentro y recordar con un baño de modernidad el choque ya vivido en un vetusto 1962 con titanes de cartón piedra, en 'Kong: la Isla Calavera' (2017), ya nos encontramos a su protagonista con un tamaño que se asemejaba más al mostrado por Honda y compañía que al Hollywoodiense, alejado por completo del idealismo y habiéndolo metido a trabajar duramente en el gimnasio para estilizar su simiesca figura, tras haberlo hecho crecer por dos, por tres, o por cuatro su tamaño original para poder medirse en igualdad de condiciones a su némesis ilusorio, Godzilla.

La lucha de los dos grandes contendientes, se preparó, se cocinó y, finalmente, acabó por llegar. Dos titanes de otro mundo con La Tierra como ring y los humanos como convidado de piedra. De todos modos, con sus adecuadas restricciones, no perfila ninguno como auténtico malo de la película, pues ambos son, además de supervivientes, héroes. La original idea nipona recién bombardeada Japón en Hiroshima y Nagasaki, está presente en espíritu aunque lejos en impresiones, por lo que Kong no es el enemigo igual que Godzilla no es el resultado de ningún ataque nuclear y su posterior venganza. Esto genera un difuso problema, llamémoslo conflicto de intereses: los dos kaijus nacen con conciencia social y de la vulgar acción se puede pasar perfectamente al componente dramático, presentando para eso una justificación que adorne la simpleza y proporcione un fin común, que, desde luego, yo no voy a desvelar.

La especie humana mira con pavor lo que puede resultar de la alegoría, mientras trata de dirimir las razones por las cuáles se llega hasta tal descontrol y encontrar una solución. Quienes somos espectadores de excepción y sin peligro físico, podremos disfrutar de una lucha imposible que se esperaba con ansia, llena de vivos colores, bruma y destrucción total a la espera de ver quién es el rey de reyes. La solución busca ecuanimidad con un hueco reservado a la emoción sentimental en este parque de atracciones en que todo sube y todo baja a igual velocidad. Hasta que te permites sacar una nueva entrada y complacerte con algo de fútil superficialidad.
John Dunbar
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