La película que catapultó definitivamente a la fama a Eddie Murphy es un alocado y acertado compendio de acción y comedia que resultó ser todo un pelotazo en taquilla. Muchas veces vista y otras tantas reído sin parar, primero en cine y más tarde infinidad de veces en video, convirtiéndose en una de las películas de mi infancia -una de bastantes, he de decir-. Vista hoy por hoy, la verdad que no ha perdido nada de su esencia. Sigue conservando la misma gracia que la hizo grande en su día y eso no se puede decir siempre.
Murphy como Axel Foley, es un personaje, con su espontaneidad y descaro, que le sienta como anillo al dedo. Es el personaje, con mayusculas, del señor Eddie Murphy en toda su carrera, por encima de cualquier otro que haya interpretado antes o después -no creo que haya mucha duda a ese respecto-. La procedencia del mismo (Detroit) le da la oportunidad de explotar toda su vis cómica en pantalla y chocar frente a la rigidez en la forma de hacer las cosas por parte de la policía de Los Ángeles y su humildad contrasta, de manera brutal, con el lujo imperante en el famoso barrio de Beverly Hills. Esa disparidad de formas y personalidades sustenta la mayor parte de la comicidad de la película y, sin dejar de lado que también hay una atractiva historia policiaca detrás, es el auténtico gancho para verla junto con su carismático protagonista.
Las escenas son con frecuencia acompañadas de una estupenda banda sonora en donde destaca el inolvidable tema instrumental de Harold Faltermeyer.
Una gran recomendación para todo aquel que no la haya visto o bien para volver a reír quien ya lo haya hecho, como parte reconocible e imprescindible de la generosa cultura pop de la década de los 80.