El trabajo de Asghar Farhadi en el guión y dirección de esta película, ha sido reconocido por las academias europeas y americanas y nos llega cargado de premios; alguno de ellos, mejor guión en Cannes 2016, de mucho peso en el panorama cinematográfico. No siempre es conveniente conocer estos precedentes porque el espectador acude lleno de buenas expectativas y puede terminar, como es mi caso, con una cierta decepción. El manejo emocional de una agresión sexual proporciona el eje de las reflexiones. No podemos olvidar que el centro social donde el drama se verifica es Teherán. Contexto que ayuda a responder algunos enigmas que se nos van planteando. Entendemos que la decisión de manejar la ofensa en el ámbito privado renunciando a los poderes públicos puede deberse a que dejar la puerta abierta será un factor culpabilizador para la mujer que aparecería como incitadora de su agresor. Pudiera ser. Que trasladar el caso al espacio público, lejos de objetivar la ofensa y lograr su penalización, diera paso a la estigmatización social de la agredida y a la descalificación de la masculinidad de la pareja. Quizá. Que esta decisión la haga una pareja formada intelectualmente y abierta a otras perspectivas pone de manifiesto el grado de opresión moral que vive esa sociedad. Seguramente. Pero la decisión está tomada, el protagonista se adentra en la búsqueda del responsable mientras la víctima ve trastornada su vida y estabilidad emocional. El desenlace no deja de ser sorprendente: los trapos sucios se lavan en casa. El enternecimiento de la protagonista al ver la fragilidad del viejo lascivo lejos de impresionarnos como un gesto magnánimo nos lleva a relativizar la dimensión de la ofensa y pensar que el contexto social potenció una mirada furtiva al grado de violación. La restauración que busca el marido se contenta con la vergüenza familiar del agresor dándonos a pensar que la vivencia que mueve al protagonista es también su temor a la propia humillación social en lugar de reivindicar la herida causada a su esposa. Como vemos todo va orientando hacia la crítica social ya que en el ámbito privado que se mueve por vergüenza y humillaciones y no por delitos, cualquier herida puede acabar con un perdón melifluo o con la pena de muerte ya que es un espacio mitificado y jerárquico alejado de la justicia y la racionalidad. Si este era el objetivo de Farhadi, lo admiramos por los retruécanos que hay que hacer para decir las cosas en Irán.