Con un ritmo extraño, casi anticinematrogáfico, las actuaciones se hacen poco creíbles y más dignas de un pastiche de sobremesa televisivo que de una producción que se pretende sería sobre un problema real que nos acucia.

Confieso que no soy un enamorado de las actuaciones de Rachel Weisz. De hecho siempre me ha parecido una actriz melodramática y sensiblona, pero es que aquí su habitual registro le viene como anillo al dedo.

Respecto al resto del elenco: no sabría a quién salvar de la quema. Probablemente a Timothy Spall, que es el que menos carga dramática tiene y el único que se libra de los inquietantes momentos en que parece que uno esté viendo teatro amateur de lo poco asociado que está la actuación al discurso: discusiones sin sentido, diálogos de besugos entre contrapartes que se suponen excelentes académicamente hablando y que sostienen conversaciones infantiles...

En fin. Me sorprende que la gente le dé un 6, para mí es una pésima trivialización melodramática con un guion insulso y estrambótico que no llega a sostenerse ni con el ritmo, ni con las actuaciones.

Mala. Muy mala.